Si no fuera por la tecnología…
Natalia Ospina Díaz
Socia fundadora
Mucho se ha hablado de la influencia de la tecnología en el desarrollo de las naciones y creo que, en este momento de la historia del país, cuando enfrentamos la pandemia y las consecuencias de la declaratoria del estado de emergencia, dicha influencia ha emergido con una fuerza irrefutable, haciéndonos reflexionar sobre el tiempo perdido, pero también sobre las oportunidades que tenemos en el futuro cercano.
Igualmente, bastante se ha discutido acerca de la falta de atención del Legislativo en cuanto a la regulación que requieren los emprendimientos y la falta de gestión del Gobierno en todo lo que hace referencia a una economía digital, porque, a decir verdad, además de crear un Viceministerio de Economía Digital, el Gobierno no ha hecho la tarea de entender las virtudes de los nuevos modelos de negocio y la de aceptar sus beneficios, sin caer en la trampa de creer erróneamente en la posibilidad de que toda tecnología e innovación debe ser legislada, lo que ha llevado a levantar un muro que ha frenado la innovación y los nuevos negocios en todos los ámbitos de la economía nacional.
Pero la realidad de la crisis muestra lo que nuestros gobernantes no han querido ver o que, si lo vieron, se concentraron en discusiones sinfín, en busca de intereses propios, que no permitieron el avance de lo que habría podido ser. Y a pesar de todo esto, llegó la hora de aceptarlo, porque ahora los testigos somos todos, no solo los que nos hemos dedicado profesionalmente a áreas relacionadas estrechamente con la tecnología. Los siguientes son apenas algunos de los beneficios que ha traído la tecnología, la ciencia y el emprendimiento y que han ayudado a sobrellevar la cuarentena con un impacto menor al que habría sido hace algunos años:
(i) Ingenieros usando impresoras 3D para crear tubos de ventiladores destinados a cuidados intensivos en el área de la salud. (ii) Pasarelas de pago para encaminar ayudas y donaciones a población vulnerable. (iii) Plataformas de comercio electrónico y de pedidos a domicilio para la distribución de alimentos. (iv) Atención preferencial en las entidades públicas a la tercera edad sin necesidad de actos presenciales. (v) Trabajadores en casa. (vi) Transporte público funcionando solo para empleos que de verdad lo requieren. (v) Un medioambiente mejorando por la disminución en la contaminación del aire. (vi) Mejora en las telecomunicaciones y una prestación de servicios más equitativa, que incluye planes básicos vitales para toda la población. (vii) El Congreso sesionando a distancia, sin gastos. (viii) Estudiantes en clases virtuales. (ix) Reuniones virtuales de copropietarios y de empresarios. (x) Atención telefónica y en línea para la prestación de servicios al ciudadano. (xii) Presos con derecho a visitas familiares online. (xiii) Drones al servicio de la seguridad y la protección de la salud de los policías, y la lista puede seguir.
Esto que describimos es lo que ha pasado y que con discusión o no sobre las condiciones laborales, normativas de legalidad o burocráticas para funcionamiento, ha hecho que nuestro país no colapse. No se requirieron leyes, pero desafortunadamente se necesitó una emergencia social para darnos cuenta de los beneficios que todo esto trae y para que nuestros gobernantes tuvieran que analizarlos como herramientas indispensables para el manejo y administración de sus labores.
Esperemos en unos meses poder mirar en retrospectiva y que cuando en octubre se empiece el estudio del Presupuesto General de la Nación para el año 2021, nuestros congresistas y el Gobierno Nacional destinen el presupuesto a lo que de verdad nos dio aliento en tiempos de crisis, empezando por la educación y siguiendo con el apoyo a todos esos modelos de negocio que aportan a la producción nacional y llevan a la creación de empleos y a la mejora del medioambiente.
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