26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 5 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Licencia remunerada por el luto de la pérdida de una “mascota”

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Carlos Andrés Muñoz López

Magíster en Bioética de la Universidad Javeriana

Profesor de la Universidad Simón Bolívar

 

Que los animales de compañía –popularmente conocidos como “mascotas”– hacen parte de la familia es una verdad que tarde o temprano el Derecho va a terminar asimilando con todas sus consecuencias. Vendrán sentencias, planes de desarrollo, nuevas leyes, decretos y reformas a la Constitución Política de 1991 que son necesarias y fundamentales para que el Derecho se adapte a las nuevas exigencias de la realidad y la ética.

 

Los animales de compañía los hemos aceptado dentro del círculo afectivo de nuestra familia, hacen parte de ella y son capaces de dar y recibir afecto. Cualquier acto que los implique negativa o positivamente repercute en la salud emocional de la familia, el núcleo esencial de nuestra sociedad, constitucionalmente hablando. Además, son nuestra responsabilidad, les debemos alimentos. Sí, les debemos alimentos, incluso desde el derecho de familia, y aunque, aún no lo reconozca nuestro ordenamiento jurídico, vamos en ese camino. Es cuestión de tiempo que se desarrollen los debates en los diferentes auditorios de la academia, jurídicos, judiciales, de la opinión pública y en los propios hogares. En mi opinión, deberles alimentos es un asunto constitucional, pero aún ilegal, como lo he expresado desde el año pasado en el libro Los animales desde el Derecho. Conceptos y casos en Colombia.

 

De esta manera, a los animales de compañía debemos tratarlos como seres afectivos y sintientes, que no se deben comprar ni vender, sino ser adoptados. Toda relación que tengamos con ellos debe excluir tratarlos como cosas, pues los denigra y los puede condenar –como pasa con muchos– al abandono, la soledad, el sufrimiento y la muerte. No podemos claudicar en la lucha contra el abandono de animales de compañía que hacen muchos hombres y mujeres, actos que aún quedan en la impunidad. Pero una de las formas es empezar a utilizar un lenguaje que no los cosifique y, más bien, los empiece a relacionar directamente con las responsabilidades y protecciones que tenemos en una familia.

 

Por otra parte, la doctrina ha intentado llamar a la familia que es compuesta por seres humanos y animales de compañía como “familia multiespecie” y ha empezado a analizar las vías para que sea reconocida desde el Derecho. Bajo esta lógica, es más que pertinente y constitucional el proyecto de ley que cursa en el Congreso de la República que intenta establecer en el ámbito laboral un reconocimiento de los animales como elementos de estabilidad emocional. Así, en la eventual muerte de un animal de compañía que pertenezca a la familia, se podrán otorgar unos días de licencia por su luto, que será remunerada con el fin de contribuir al recogimiento propio de la pérdida de un miembro de la familia. Las posibles objeciones a esta norma podrán ser muy mínimas, casi inexistentes, pues será una norma que no solo da valor a los animales, sino también al trabajo y, ante todo, que reivindica a la familia. La iniciativa tiene, en especial, tres mandatos constitucionales que lo fortalecen: los animales, el trabajo y la familia. El Congreso está obligado a aprobarla.

 

Este proyecto podría ser realidad el próximo año, cuando se completen sus cuatros debates para ser ley de la República. Sería una evolución lógica de nuestro ordenamiento que empieza a garantizar en derecho lo que de hecho ya involucró a los animales, que han sido invisibles para nuestro sistema jurídico durante mucho tiempo.

 

Según el Dane y Fenalco, el 67 % de los hogares colombianos cuentan con animales de compañía. Esto significa que un gran porcentaje ve en ellos un vehículo vital en su estabilidad, máxime si sabemos que hay parejas que deciden no tener hijos por voluntad propia, pero sí esta compañía. El interés ha ido creciendo, la preocupación por el bienestar y la protección de los animales ya no es una postura alterna, ni de pequeños grupos animalistas o radicales, sino va en la vía de ser hegemónica, pues la ciencia, la moral, la ética y el Derecho han venido demostrando que deben tener un protagonismo en, prácticamente, todas las áreas del Derecho.

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