26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 11 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

La JEP, la Comisión de la Verdad y la paz para los animales

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Carlos Andrés Muñoz López

 

Magister en Bioética de la Universidad Javeriana

 

Abogado y filósofo

El conflicto armado en Colombia es imposible contarlo sin los animales. La realidad demuestra las múltiples facetas en las que los animales han sido afectados en su integridad física y emocional en ámbitos de violencia. En ese sentido, no es para nada descabellado pensar en incluiros en los casos y relatos de la jurisdicción especial para la paz (JEP) y de la Comisión de la Verdad. Veamos las dimensiones más llamativas que justifican la posibilidad de ser considerados como víctimas del conflicto armado[1]:

“El burro bomba”

 

Varios animales han sido utilizados como armas al ser cargados con explosivos, quizás el caso más llamativo es el que ocurrió en Chalán (Sucre), en 1996, un burro con explosivos fue llevado por las FARC cerca de una estación de policía del pueblo para que detonara y murieran, además del burro, siete uniformados. En sentido similar, en el 2003 se tiene registro de un “caballo bomba” en Chita (Boyacá), que terminó con nueve muertes, la del animal, la de un niño y siete personas más. Los casos de Chalán y Chita son tan solo unos cuantos de varios que se pueden encontrar en el conflicto armado y que son necesarios que sean reconocidos, contados y/o juzgados para sentar una posición en contra del maltrato animal.

Los animales en el posconflicto y/o posacuerdo

 

Paradójicamente, el conflicto armado ha tenido un efecto protector para los animales silvestres en algunas zonas del país, “el hecho de que la Amazonía colombiana haya sido mejor preservada que la de países vecinos se debe no solo al efecto de figuras de protección como los resguardos indígenas y parques naturales, sino también a las barreras de hecho que la violencia le ha puesto a la entrada de economías extractivistas a gran escala”[2].

Si solo la paz de los fusiles llegase a estos territorios habría un riesgo de una afectación grande para diferentes especies de animales en vía de extinción, que estarían con un riesgo mayor en situación de paz para los humanos. Esta particularidad no es exclusiva de Colombia, se tiene registrado que cerca del 81 % de los conflictos bélicos entre 1950 y 2000 han sido en puntos críticos de la biodiversidad (Hanson, 2009). Ahora bien, por incapacidad estatal, científica y sobre todo por la gran duración del conflicto en Colombia desconocemos su tratamiento y posible impacto de las actividades humanas en tiempos de paz.

Animales silvestres de compañía emocional

Famosas son las imágenes de los secuestrados que al ser liberados llevan consigo algún animal silvestre que les sirvió de compañía en el cautiverio, las dinámicas de la guerra han generado quizá una categoría especial que no es posible asumir con la legislación actual: animales que en la guerra han sido compañía emocional. Casi una contradicción en los términos si nos ceñimos a la legislación actual y mundial, puesto que un animal silvestre no podría ser de compañía, sin embargo, deberían ser estudiadas estas relaciones de afecto que se generan en el marco del conflicto armado con animales silvestres, para así generar un tratamiento adecuado a nuestra realidad.

Los animales utilizados por la policía y el ejército

 

Los animales han sido utilizados muchas veces desde el Estado como armas, elementos disuasorios o cumpliendo funciones que ya con el pasar del tiempo y el avance de la tecnología no se justifican.  Es el caso de los perros que ayudan a la detección de minas antipersonas, en donde habría que analizar la necesidad de utilizarlos puesto que podrían perfectamente ser remplazables por drones que cumplen sus funciones. De forma similar los caballos en protestas, no se justifica exponer su integridad en búsqueda de un efecto disuasorio que supuestamente generan, sino que existen muchos otros elementos más efectivos y que no implican daño a un ser sintiente.

En conclusión, con los anteriores elementos expuestos, es importante resaltar que el conflicto es imposible contarlo sin los animales y que la memoria debe dar cuenta de lo que sucedió con los animales para una no repetición de atrocidades, injusticias y maltratos plenamente evidenciados. Hago un llamado a la JEP, a la Comisión de la Verdad, actores del conflicto y toda la población colombiana a reconocer esta deuda pendiente que tenemos con ellos y empezar a narrarlos desde un país que concibe también la paz para los animales.

 


[1] Los aspectos acá tratados ya se pueden avizorar desde el libro ‘Los animales desde el derecho’ del 2020 de mi autoría y publicado por la Editorial Universidad Javeriana (Pp. 75-78; 113-117).

[2] Rodríguez, C., Rodríguez, D y Durán, H. (2017), La paz ambiental. Retos y propuestas para el posacuerdo. Publicado por Dejusticia.

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