La alcaldesa y la impunidad del grito
Alejandro F. Sánchez C.
Abogado penalista. Doctor en Derecho
Twitter: @alfesac
“Ladrones”, “rama de la impunidad”, vocifera la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Su estridencia retumba y expande a la velocidad de la luz por la onda incontenible de las redes sociales. Sonora y fluida, la retahíla rimbombante de su mensaje, estratégicamente compuesto de frases cortas que calzan precisas en titulares de prensa, llena, cual pandemia, todo espacio mental huérfano de sentido crítico. Con precisión francotiradora, alcanza a la multitud de zombis virtuales que deambula a la caza de un nuevo nicho dónde saciar su hambre de indignación y cólera, que el influenciador deleita con desmechadas y hechiceras palabras a las que ellos se lanzan, salvajes, para luego regurgitarlas mutadas en comentarios, likes y retuits.
Pareciera como si el tiempo de la razón hubiese muerto; la discusión ahora no requiere hechos ni argumentos. La complejidad se opone al deleite de lo simple, así sea vacío y falso. El punto se concentra en palabras efectivas y altisonantes: “ratas”, “corruptos”, “miserables”, “impunes” y ese estilo de términos manidos de fácil comprensión, entonados con métrica precisa, tono vehemente y ceño fruncido. Un virus que no distingue color político: izquierda y derecha sucumben a su letal encanto.
“La mentira ha dado media vuelta al mundo, mientras que la verdad aún se está poniendo los pantalones”, frase que atribuyen a Churchill, aplicaría a este episodio real: la alcaldesa alzó su poderosa voz de indignación por la forma sistemática en la que los jueces habían “soltado” a un delincuente (alías Frozen), dedicado al hurto de celulares y otros objetos a jóvenes universitarios. Con su amplificado poder comunicacional, llamó a la Rama Judicial “Rama de la impunidad” y sazonó el discurso con: “apreciados miembros de la Rama Judicial, Bogotá y Colombia no van a tener seguridad mientras ustedes sigan creyendo que robar es un deporte y no un delito”.
Sobre el tenebroso Frozen, dijo: “un atracador profesional en zonas universitarias, diez veces lo habíamos capturado, diez veces lo habían dejado libre, después de meses lo volvemos a capturar, lo más que le dieron fue detención domiciliaria (…). Lo volvimos a capturar, finalmente, después de más de un año, de cientos de atracos, de cientos de víctimas, al fin, un año después, un juez cayó en cuenta que robar es un delito y no un deporte y le dio prisión”. ¡Terror absoluto!
Verifiqué los hechos. Dirigí derechos de petición a la alcaldesa y al Centro de Servicios Judiciales de Bogotá. De la alcaldía, pese a ser la fuente de la información, me remitieron al Centro de Servicios, pues no tenían cómo corroborarla.
El Centro de Servicios Judiciales respondió: “… después de consultar el sistema de Justicia siglo XXI, con el nombre de la persona por usted requerida, se constató (la existencia) el proceso con radicado 110016099084202250684 y NI 428392, del cual se adelanta con el señor XXX (FROZEN) con número de identificación XXX el cual fue capturado el día 19 de Octubre de 2022 por orden de captura, persona a la cual se le adelantaron audiencias preliminares el 20 y 21 de octubre de 2022, ante el Juzgado 25 Penal Municipal con Función de Control de Garantías”.
Es decir, las 10 veces que según la alcaldesa este personaje fue llevado ante los jueces de Bogotá nunca existieron. Revisada el acta de audiencia, se observa que la Fiscalía, en juiciosa investigación, acumuló una serie de casos de hurto calificado; la evidencia fue tan contundente que el sindicado aceptó los cargos. El juez impuso medida de aseguramiento en la cárcel. Nunca lo mandó a la casa.
Hoy ya nada de eso importa. Un columnista de opinión jurídica no tiene los seguidores de la alcaldesa, ni sus virtudes comunicativas. El “alcance” de esta columna será reducido. A los medios de masas tampoco les importará exhibir la inexactitud, porque el asunto “perdió actualidad”, como dicen los estrategas comunicativos, o porque también se alimentan de la misma indignación. Una perversa relación simbiótica.
Las hordas de zombis virtuales, saciada su gula, no quieren conocer la calidad de los ingredientes de su banquete. Así, a punta de gritos, estos nuevos líderes cabalgan con su blindaje mediático devorando la institucionalidad y lanzando sus trizas a las masas de indignados. Ellos sí, en la más absoluta impunidad.
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