26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 13 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Todo juicio es un albur

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Alejandro F. Sánchez C.

Abogado penalista. Doctor en Derecho

Twitter: @alfesac

 

Revivió hace poco la polémica de si los preacuerdos y los allanamientos son similares; se mantuvo la tesis vigente, esta vez con apretada votación: cinco a cuatro. No trataré el fondo de ese debate, pero el prólogo sirve para resaltar uno de los salvamentos de voto, el del magistrado Fernando Bolaños, que, en mi opinión, expone un marco conceptual “realista” sobre el sistema procesal penal.

 

Dijo el doctor Bolaños: “En el marco de un preacuerdo, desde la autonomía y bajo su responsabilidad, el fiscal delegado analiza las potencialidades reales de sus evidencias. Entonces, decide si con lo que tiene lleva a juicio al implicado, o si le resulta más conveniente consolidar una negociación preacordada, con lo cual conseguirá́ una sentencia condenatoria anticipada; y no se expondrá́ a las vicisitudes, costos, aleas ni albures de un juicio oral y público” (salvamento, Rad. 55914).

 

¿Acaso la carrera profesional del togado, que incluye haber sido magistrado auxiliar de la Corte Suprema, magistrado en propiedad del Tribunal de Bogotá y Fiscal Delegado ante la Corte, le permitieron obtener un contexto más integral del sistema? Factor relevante, pues cuando el profesional se aproxima a la realidad, bien desde los surcos donde se siembra la semilla del caso o desde las trincheras en las que cada parte lo defiende, aprecia que todo juicio es un albur.

 

Todo caso precisa la reconstrucción histórica de unos hechos que ya no se viven con la misma nitidez que cuando sucedieron. Luego de que acontecen, solo quedan relatos que los actores refieren desde sus particulares perspectivas, a partir de palabras escritas o verbalizadas; la realidad poco a poco se va difuminando. Esa reconstrucción llega al juez, quien, en no pocas ocasiones, termina escuchando una versión que, si tuviera una máquina del tiempo para mirar lo que realmente sucedió, concluiría que las dos historias no coinciden.

 

Agréguense los imponderables, como la reacción de un testigo -canal de trasmisión del relato- en el juicio. Sin pretender banalizar un tema tan serio, acudo por su efecto pedagógico a una escena de Los Simpson, donde agentes de inteligencia intentan explicar a Homero Simpson que para protegerse de un peligroso enemigo debe adoptar una nueva identidad: “De ahora en adelante usted sería Homero Thompson. Vamos a practicar: cuando yo le diga: Hola, señor Thompson, usted dice ¡hola!”. Pasan horas entrenando y, a pesar de los inmensos esfuerzos de los oficiales, Homero no musita la más mínima reacción cuando le mencionan el nombre “Thompson” (aquí la escena: https://www.youtube.com/watch?v=odR-aWzj-nQ ). Esa imagen caricaturesca, por increíble que parezca, bien puede ocurrir en la preparación de un testigo o en el juicio. Los testigos, regla general, no son expertos ni avezados intelectuales con facilidad para captar qué pueden o no hacer en un juicio. Solo quien conoce al testigo en su parte emocional y física puede calcular la potencialidad o los riesgos de sentarlo en el estrado. Al respecto, el juez no tiene información.

 

Podría sostenerse que para eso están las entrevistas. Pero no es realista pedirle a un fiscal que tiene 300 ó 500 carpetas que, en un día, o a escasas horas del interrogatorio, conozca los detalles de la entrevista o los rasgos de personalidad del testigo a quien nunca ha visto en su vida -porque con él trató el policía judicial-. Por el contrario, el testigo puede enfrentarse a un abogado que sí está preparado y que a la menor equivocación o vacilación se lanzará sobre él como tigre sobre la presa.

 

Si a ello sumamos otros elementos: la inestabilidad laboral de fiscales e investigadores, la congestión judicial, el sistema en el que un fiscal imputa y otro va a juicio, el efecto del paso del tiempo en la memoria de los testigos, entre otros, tendremos un caótico cóctel en el que cualquier cosa puede pasar.

 

Por eso, decir que todo juicio es un albur no es herejía. Es la realidad que viven los que conocen el proceso penal desde las entrañas. Perspectiva que, a veces, otros ignoran o juzgan con los ojos del crítico de cine que comenta la película sin saber qué se vivió tras bambalinas.

 

Adenda: Se despidió de la Corte Suprema la magistrada Patricia Salazar, quien hizo de la discreción, la técnica y la profundidad, un legado. Varias de mis columnas comentaron sus fallos. A ella gracias por su compromiso y servicio. Éxitos en los nuevos caminos.

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