27 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 45 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Acuarelas y temperas por la igualdad

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Diego Felipe Valdivieso Rueda

Líder de la Unidad de Derecho Laboral y Seguridad Social en Scola Abogados

 

Hace poco escuché en una entrevista a Ruth Ginsburg decir que la verdadera igualdad se lograría cuando nueve de los nueve puestos de la Corte Suprema de Estados Unidos fuesen ocupados por mujeres. Ante la afirmación, el entrevistador increpó a la magistrada por una supuesta postura radical. Ginsburg contestó con una frase muy inteligente que decía algo más o menos así: hasta 1981 la Corte Suprema estaba conformada únicamente por hombres y nadie había dicho nada y tampoco les había parecido radical. Las mujeres son aproximadamente el 49,5 % de la población del planeta (Banco Mundial, 2019), de manera que no son una minoría, no son una etnia, y tampoco son un culto o religión, las mujeres son la mitad de la población, y desafortunadamente siguen siendo objeto y sujetos de discriminación.

 

Entender la discriminación hacia la mujer requiere de un grado mínimo de emancipación y madurez mental, e incluso supone reconocer que, muchas veces de manera involuntaria o ignorante, somos partícipes de replicar los ecos de una historia que por muchos años dio a la mujer un papel menos que secundario.

 

Luchar contra la discriminación hacia la mujer no solo se trata de reivindicar una igualdad, sino también de romper estereotipos y roles que han encapsulado a la mujer en una posición de desmejora en comparación con el hombre, en algunos casos esta postura es tan sutil que para los ojos de muchos puede llegar a ser invisible, como le podría llegar a suceder a aquel hombre que defiende los derechos de la igualdad de la mujer, pero lo hace desde su rol de patriarca. Es por esto que la lucha por la igualdad más allá de normas o leyes requiere de conciencia social, de lo contrario nunca podremos evolucionar, pues, ¿cómo pelear contra aquello que no podemos ver?

 

Es en este punto en donde quiero invitar a reflexionar sobre una realidad poco visible que ha estado presente por muchos años, esto es el predominio que ha tenido el hombre en las posiciones de privilegio en el mundo del derecho laboral y de las relaciones del trabajo.  No es necesario hacer un esfuerzo investigativo mayúsculo para observar cómo la masculinidad ha sido preponderante en los liderazgos sindicales, empresariales, colegios de abogados, altas cortes, Ministerio del Trabajo y en los actores legislativos que en el Congreso han liderado las iniciativas laborales. Esta realidad nos debe invitar a pensar en sus causas, en particular para identificar si estas pueden estar asociadas a un voluntario o involuntario trato desigual, caso en el cual resulta urgente una profunda reflexión y actitud de cambio.

 

Si miramos las normas, es común encontrar en la historia de nuestro derecho laboral contenidos que parecen ser inspirados por hombres y para hombres. Por ejemplo, el artículo 242 del Código Sustantivo del Trabajo, que estipulaba en su primer numeral lo siguiente “Las mujeres, sin distinción de edad, no pueden ser empleadas durante la noche en ninguna empresa industrial, salvo que se trate de una empresa en que estén empleados únicamente los miembros de una misma familia”. Este aparte fue declarado inexequible por la Corte Constitucional. Sin embargo, hace 23 años (antes de 1997) las mujeres en Colombia no podían ser empleadas durante la noche en empresas industriales. ¿No les parece absurdo? Evidentemente, hay quienes dicen que el sentido de esa norma era la de proteger a la mujer, sin embargo, la intención proteccionista de la norma salta al otro lado y se torna discriminatoria por una norma que en realidad lo que hace es justificarse en un papel discriminatorio y socialmente asignado a la mujer.

 

De la creación de la norma, hagamos una mirada en los actores encargados de aplicarla.  En la actualidad, por ejemplo, la Sala Laboral permanente de la Corte de Suprema cuenta con una sola mujer. Por su parte, en los actores sindicales, encontramos que la CUT, CTC y CGT tienen en sus cabezas a hombres. Si miramos al sector empresarial, observamos, por ejemplo, que de los 29 gremios que conforman el Consejo Nacional Gremial (CNG) 22 están liderados por hombres, no obstante, es destacable que en la actualidad el CNG está presidido por una mujer. En cuanto a mis colegas juristas, la prestigiosa publicación Chambers and Partners en su más reciente publicación reconoció 39 nombres como líderes en asesoría laboral, de estos 18 son destacadas colegas, pero ninguna fue reconocida en la banda 1 o superior.

 

El trato desigual hacia la mujer ocurre en actos, ideas o acciones sutiles que algunas veces son invisibles. ¿Cómo luchamos contra lo que no podemos ver como sociedad? Más allá de la emancipación Kantiana, hay una solución más sencilla para luchar contra la indivisibilidad, esto es la pintura. Así es, al igual que los dibujos animados marquemos a este enemigo invisible cada vez que lo percibamos cerca, seamos conscientes que ahí está, y que la lucha contra él requiere no solo de esfuerzo individual, sino, sobre todo, de la colectividad misma.

 

Soy un convencido de que los esfuerzos colectivos en concientizar a la sociedad sobre algo que muchas veces es imperceptible es una de las soluciones, y de ahí mi llamado para que se haga una reflexión profunda entorno a la idea de cómo el mundo del derecho laboral ha sido partícipe de las desigualdades hacia la mujer. Pintemos con temperas y acuarelas de colores estos hechos. Cuestionemos e investiguemos los motivos que los sustentan, pues el esfuerzo no puede venir de unos pocos, este debe ser un trabajo en conjunto de la sociedad. Recordemos que la igualdad y equidad son valores propios de sociedades más justas y en paz.

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