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Javier Díaz Molina: “El primer año de implementación del TLC con EE UU será crítico”

03 de Noviembre de 2011

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Foto: Humberto Pinto

 

Como histórico para Colombia calificó el Gobierno la sanción del tratado de libre comercio (TLC) por parte del presidente de EE UU, Barack Obama, cinco años después de culminada la negociación entre las partes y de afrontar un sinnúmero de dificultades para su ratificación en el Congreso de ese país.

 

La implementación del TLC le representará a Colombia un punto adicional de crecimiento económico permanente, la creación de 500.000 empleos en cinco años, dos puntos menos de desempleo, mayor inversión y prosperidad y menor pobreza, según estimaciones del Ejecutivo.

 

Lo anterior, teniendo en cuenta que EE UU es la economía más grande del mundo, tiene 310 millones de habitantes con alto poder de compra (su ingreso per cápita supera los 46.000 dólares) y es el principal socio comercial de Colombia, al que le compra alrededor del 40 % de sus exportaciones.

 

Desde hace 40 años, la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex) se dedica a la promoción del comercio internacional del país y a apoyar el diseño y la ejecución de políticas públicas sobre el tema. Su presidente, Javier Díaz Molina, conversó con ÁMBITO JURÍDICO sobre este acuerdo comercial y los retos para Colombia ante su entrada en vigencia.

 

ÁMBITO JURÍDICO: ¿Cómo recibe el gremio la aprobación del TLC?

 

Javier Díaz Molina: Es muy positivo este logro, porque lo estábamos buscando desde hace unos 20 años, cuando Colombia empezó su proceso de apertura económica. Hoy, prácticamente, es una obligación, porque nuestros competidores de la región (México, Centroamérica, Chile, Perú, etc.) tienen acuerdo con EE UU y pueden ingresar a ese mercado con un 0 % de arancel. Entonces, estábamos en una situación muy desventajosa, especialmente desde febrero de este año, cuando se venció la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y de Erradicación de Drogas (Atpdea, por su sigla en inglés).

 

Á. J.: ¿En la práctica, cómo se beneficiarán las empresas y los consumidores con el TLC?

 

J. D. M.: Indudablemente, tener acceso permanente al mercado estadounidense sin el pago de aranceles es un gran beneficio para los exportadores. Además, como novedad, las empresas podrán importar maquinaria y equipo con un 0 % de arancel, lo que les permitirá modernizar su aparato productivo y ser más competitivas. También podrán adquirir materias primas necesarias para la fabricación de sus productos. Esperamos que este beneficio se refleje en los consumidores, es decir, que puedan acceder a una mayor oferta de productos y a precios más bajos.

 

Á. J.: A partir de la vigencia del TLC, el 98 % de los productos colombianos accederán libremente al mercado de EE UU. ¿Qué incluye el restante 2 %?

 

J. D. M.: Algunos productos muy específicos, por ejemplo, unas categorías de calzado que quedaron con una desgravación mucho más lenta, debido a que EE UU quiso proteger ciertas producciones. Pero lo más importante es que del TLC no quedaron sectores excluidos como tal. Ahora, el reto es diversificar e incrementar las ventas a EE UU, pues es un hecho que nuestras exportaciones están concentradas en pocos productos, como petróleo, flores, café, banano, confecciones, cerámica y joyería.

 

Á. J.: ¿Qué productos diferentes de los que se benefician del Atpdea tendrán mayor probabilidad de éxito en EE UU?

 

J. D. M.: Por ejemplo, todo lo relacionado con la industria liviana, que no produce EE UU. Me refiero al sector textil-confección, manufacturas de cuero, productos plásticos y metalmecánicos. En la parte agroindustrial también creo que tenemos posibilidades. Además, recuerde que el mundo está demandando energía y alimentos. Y EE UU no es la excepción.

 

Á. J.: ¿Y en cuanto a las industrias que se establecerían en Colombia para exportar a EE UU?

 

J. D. M.: A eso se le está apostando también. Sin embargo, esas aún son teorías. Hemos visto estudios sobre potencialidades de producciones que hoy están en Asia y que podrían localizarse en Colombia, para aprovechar el mercado norteamericano. Sin embargo, creo que eso hay que trabajarlo mucho más. No basta con decirles a los inversionistas que Colombia es un país maravilloso, con tres cordilleras, dos mares y TLC con EE UU. A ellos hay que presentarles proyectos y prospectos específicos, para que analicen la viabilidad de invertir en este país.

 

Á. J.: ¿Cómo ve la implementación del TLC ante una eventual nueva recesión económica mundial?

 

J. D. M.: Uno debe ver estos acuerdos en un horizonte mucho más amplio de la coyuntura. Para enfrentar una crisis, el país tiene otros instrumentos, como la política fiscal o monetaria, pero no necesariamente la política comercial. Entonces, creo que debemos continuar con este proceso. Además, porque a comienzos del año 2013, cuando estimo que estará en plena vigencia el TLC, se espera que la coyuntura sea mejor de la que vivimos y de la que se prevé para el 2012.

 

Á. J.: ¿Cuáles serán los sectores más perjudicados por el TLC?

 

J. D. M.: Considero que las mayores sensibilidades están en el tema agrícola. Algunos renglones tendrán la competencia que tradicionalmente no han tenido, como el avícola, el arrocero y el maicero. Pero perdimos cinco años, durante los cuales debimos haber trabajado para hacerlos mucho más competitivos. Y no se puede decir que faltaron recursos. Precisamente, cuando se negoció el TLC, el país era consciente de eso y estableció, por ley, la obligación del Gobierno de desarrollar un programa de fortalecimiento del campo. Y ahí surgió el programa Agro Ingreso Seguro, con 500.000 millones de pesos anuales. ¿Y qué hicimos? Eso es parte de la responsabilidad que tiene que afrontar el Gobierno y no simplemente salir a decir que el campo no está preparado. Creo que esa rendición de cuentas hay que hacerla.

 

Á. J.: ¿Son suficientes los periodos de desgravación para proteger a los sectores más amenazados por el TLC?

 

J. D. M.: Creo que sí. Por ejemplo, para el arrocero se fijó un periodo de 19 años, partiendo de un arancel del 80 %. En todo caso, Colombia, cuando negoció este acuerdo, dijo que no seguirá produciendo trigo, cebada ni una serie de bienes que producen mucho más eficientemente los países con estaciones frente a los tropicales. Entonces, esos productos hay que importarlos. Y si vienen subsidiados, pues mejor, porque llegarán más baratos. Lo que hay que definir es cómo se recompone el campo, para que esos productores sustituyan sus cultivos por otros que les permitan su sostenimiento y desarrollo.

 

Á. J.: ¿Qué le preocupa de la entrada en vigencia del TLC?

 

J. D. M.: Indudablemente, el tema de infraestructura. Colombia tiene concentrado su aparato productivo en el centro del país (Bogotá, Medellín y Cali) y salir a los puertos no es lo mejor, por las deficiencias que tenemos en esta materia. Más aún con la ola invernal, que desnudó la carencia y fragilidad de la infraestructura del país. Me parece que el Gobierno está empeñado en lograr una transformación, pero eso toma tiempo. ¿Y mientras tanto qué? Competir en estas condiciones nos puede llevar a perder oportunidades, que posiblemente aprovecharán nuestros competidores.

 

Á. J.: ¿Qué opina de las barreras diferentes a las arancelarias (medidas sanitarias y fitosanitarias y requisitos técnicos) que, en la práctica, impiden el ingreso de los productos a EE UU, especialmente los agrícolas?

 

J. D. M.: El TLC busca evitar que esas barreras se conviertan en verdaderos obstáculos comerciales. Pero específicamente me preocupa la Ley de Modernización de la Inocuidad Alimentaria, recientemente expedida por EE UU, que no reformaba desde 1938, aproximadamente. Lo que pretenden es hacer en materia sanitaria algo similar a lo que hicieron a través del C-TPAT en materia de seguridad en el comercio. Por ejemplo, inspeccionar las fábricas extranjeras, certificarlas y prohibir el ingreso de productos que incumplan las normas. En los próximos tres años, ellos emitirán 50 reglamentos relacionados con esa ley. Y la pregunta es ¿estamos preparados para responder a esas nuevas exigencias? Entonces, ahí tenemos un reto muy grande, pues Colombia está algo rezagado en ese campo.

 

Á. J.: ¿Y en el tema de aduanas?

 

J. D. M.: El TLC contempla unos compromisos en ese campo. A partir de su vigencia, la aduana colombiana tiene un año para ajustarse al proceso de “desaduanamiento” en 48 horas, es decir que una mercancía no puede durar más de dos días en ese proceso. En este tema hemos avanzado. Incluso, estamos discutiendo el nuevo Estatuto Aduanero y ya se expidió el decreto que implementa la figura del operador económico autorizado, que empieza a regir el 1° de noviembre. Creo que estos instrumentos nos permiten confiar en que vamos a tener una aduana mucho más eficiente y efectiva y que podremos cumplir los compromisos que en esa materia se suscribieron.

 

Á. J.: ¿Qué incidencia tendrá el TLC en el Plan Vallejo y el régimen de zonas francas colombiano?

 

J. D. M.: Esos instrumentos se podrán continuar utilizando. No hay exclusión. Destaco la gran importancia del régimen de zonas francas, de cara a la competencia con EE UU.

 

Á. J.: ¿Qué tipo de leyes y de normas adicionales debe expedir Colombia para implementar el TLC?

 

J. D. M.: Cuando se estaba terminando la negociación del tratado, recuerdo que se elaboró un trabajo para el Gobierno colombiano sobre las normas que debían modificarse, tal vez unas 23 leyes. Algunas de ellas ya se reformaron.  Recientemente, le propuse al Ministro de Comercio una reunión con el sector privado, para revisar eso y fijar prioridades, de cara a todo el trámite legislativo. En todo caso, esa es una decisión del Gobierno.

 

Á. J.: Ante el vencimiento del Atpdea en febrero de este año, el Gobierno aprobó nuevas medidas de apoyo a los exportadores, entre ellas, la reactivación del Certificado de Reembolso Tributario (Cert) y el otorgamiento de créditos preferenciales a través de Bancóldex. Teniendo en cuenta que EE UU aprobó la prórroga del Atpdea con retroactividad y les devolverán los aranceles, ¿los exportadores beneficiados de tales apoyos los reintegrarán al Estado colombiano?

 

J. D. M.: En cuanto a la devolución de los aranceles, existen varios casos: unas empresas convinieron con su comprador que fuera él, en EE UU, el que asumiera el pago; en unos casos, asumieron 50-50, y en otros, el pago le correspondió al exportador. Yo espero que la plata la reciba quien efectivamente canceló los aranceles, porque la aduana de EE UU se los devuelve al importador. De otro lado, los créditos de Bancóldex son reembolsables y deben cancelarse. En materia de Cert, que fue del 1,5% de las exportaciones, no está previsto su reintegro, pues el Gobierno dijo que era un apoyo al sector ante el vencimiento del Atpdea y la caída del dólar, que nos ha afectado durante varios años.

 

Á. J.: ¿El TLC será como la apertura económica de principios de los noventa, que quebró a muchas empresas y benefició a otras?

 

J. D. M.: Yo creo que el TLC nos exigirá mayor eficiencia y productividad. No sé qué tanto puedan resultar empresas “quebradas”, pero uno espera que no solamente el aparato productivo, sino el país entero respondan a estas exigencias. Lo que se observa es que estos procesos pueden ser traumáticos al comienzo, pero a la larga son positivos. Recuerdo que antes de la apertura, quien quería comprar algún aparato tecnológico recién salido al mercado debía hacerlo de contrabando o ir a “Sanandresito” o al exterior, porque no se podía traer legalmente. Existían muchas barreras, como licencias previas o importaciones prohibidas. Entonces, el país inició la apertura y ganó su economía y los consumidores. ¿Tiene costos? Claro que sí.

 

Á. J.: ¿Ve viable el cumplimiento de las proyecciones de crecimiento económico y de generación de empleo que estima el Gobierno con la implementación del TLC?

 

J. D. M.: Es posible que se cumplan esos estimativos, en el mediano y largo plazo. Cuando uno mira empíricamente la experiencia de los vecinos que han suscrito este tipo de tratados, lo que primero sucede es que las importaciones se “disparan” y las exportaciones caen. Posiblemente, eso obedece a que ante la expectativa de la entrada en vigor del acuerdo, se represen las importaciones, para aprovechar posteriormente los beneficios. Pero después de un año de su vigencia, las tendencias empiezan a cambiar y se produce un crecimiento de las exportaciones y una estabilización o un menor ritmo de aumento de las importaciones. De manera que el primer año es crítico, en el que esas proyecciones no necesariamente se cumplen.

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