25 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Sin datos no hay paraíso

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Alejandro F. Sánchez C.

Abogado penalista. Doctor en Derecho

Twitter: @alfesac

Preferimos la intuición a los datos. Bien porque no se tienen, o no se procesan, o dejamos que la “malicia indígena” nos envuelva. Y el sistema de justicia opera bajo la misma regla. En pleno siglo XXI, con avances impresionantes en inteligencia artificial y análisis de información, jueces, fiscales y defensores no tienen fuentes de datos de alcance inmediato para tomar decisiones estratégicas en plena acción; no solo para que otros digan el resultado del partido, alaben o despedacen a ciertos jugadores, sino para dotarlos de herramientas que mejoren sus acciones de juego.

En lugar de ello, contamos con pesadas estadísticas, que proporcionan datos globales que se usan para analizar, en retrospectiva, su trabajo, pero no para facilitarlo en tiempo real. Se han concentrado en medir cantidad y congestión, lo cual no deja de ser importante, pero no ofrecen herramientas para afrontar una y otra, más allá de las típicas, pero jamás suficientes: más personal y más despachos.

Para que sean útiles, los datos deben estar asociados a una estrategia: qué casos son los que más culminan en acuerdo; cuáles los que más van a juicio; cuáles los que más tardan en resolverse en preacuerdo o en juicio; cuáles son las causas más comunes de aplazamiento y cuáles las de suspensión; cuáles los motivos de nulidad más típicos y qué respuesta general han recibido; todo ello disponible en tiempo real para que el juez, fiscal o defensor, desde su computador o celular, capacitados en el manejo de esta información, la utilicen como insumo en la toma de decisiones.

Ejemplos: la mayoría de descubrimientos probatorios son virtuales. Estos archivos tienen peso, forma y estructura medible. Ello facilita tener información, al menos en promedio, de cuánto pesan, cuánto demora su lectura y qué tiempo razonable tarda su descargue y procesamiento. Con esos datos, el juez puede definir, con razones válidas, qué tiempo concede para revisarlos, lo que puede ayudar a destrabar esta audiencia que se convirtió en la gran represa del proceso. Igual sucedería con el tiempo para conocer los elementos de una solicitud de medida de aseguramiento. Hoy da lo mismo descubrir un archivo con un terabyte que un megabyte de información.

Si se trata de un hurto, cuál es el promedio de tiempo para realizar audiencias de legalización de captura, imputación, medida, acusación, preparatoria, etc.; caracterizado por regiones, cuantías, modalidades, reincidencia, número de procesados, etc.; o en qué casos se vencen más los términos, cuáles las causales más aplicadas; en qué contextos son más débiles los casos de los fiscales; por qué se revocan las medidas de aseguramiento, o se superan los términos de libertad, otra vez, según tipologías de delitos y el mayor nivel de desagregación posible.

El Consejo Superior de la Judicatura gasta mucho dinero en asesores de comunicaciones e ingenieros de sistemas, pero la Unidad de Desarrollo y Análisis Estadístico, dependencia de la Dirección Ejecutiva de Administración Judicial –a su vez adscrita al Consejo–, no pone información valiosa y en tiempo real en la mesa de los actores. Al contrario, el sistema de estadísticas actual parece distraer más a los funcionarios de su trabajo que ayudarles a ejecutarlo.

También los defensores pueden, y deben, alimentar el sistema. Uno de los puntos: la unificación virtual de sus agendas. La agenda del litigante se debe a la justicia y no al contrario y ello aplica tanto a abogados de confianza como a defensores públicos. Así se sabría qué nivel de congestión tienen y en qué medida, frente a estos últimos, su éxito profesional, prestigio o fama, los obliga a delegar en abogados juniors, sin afectar el servicio. Nada extraordinario, pues es falta disciplinaria aceptar encargos cuando no se pueda atender diligentemente en razón del exceso de compromisos profesionales” (L. 1123/07, lit. i), art. 34).

Uno de los males de esta época es que la percepción pesa más que la información. La película No miren arriba se materializa en los segmentos cotidianos más sensibles. Se construyen imperios a partir de manipulación, marketing y contactos. La Administración de Justicia no puede caer en esa trampa. Debe preferir el camino del procesamiento, la técnica y el análisis de datos sobre la intuición. Esa es su mejor presentación de cara a los retos que enfrenta a diario.

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