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Actualizado hace 56 minutos | ISSN: 2805-6396

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“Mi vida intelectual está muy marcada por las tragedias políticas argentinas”: Roberto Gargarella

15 de Agosto de 2019

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Leonardo García Jaramillo

Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas, Universidad EAFIT

 

Con ocasión de la ceremonia de aceptación de su primer doctorado honoris causa por parte de la Universidad de Valparaíso (Chile), el reconocido jurista argentino Roberto Gargarella dialogó con el profesor Leonardo García Jaramillo, de la Universidad EAFIT.

 

Se trata de uno de los académicos más influyentes del Sur global. Ha contribuido a definir la agenda de investigación latinoamericana en los terrenos constitucional y teórico-democrático. Su obra ha influenciado, además, la doctrina y la jurisprudencia de países que han debido precisar el contenido definitivo vinculante de derechos como la libertad de información, la protesta social y la participación política.

 

Crítico de las posiciones contrarias a consultar a la ciudadanía cuestiones políticas fundamentales mediante plebiscitos (Ferrajoli), ha enfrentado también las viejas formas de la participación política en América Latina y la configuración del Derecho de tal forma que una gran cantidad de personas quedan a merced del eventual reconocimiento judicial de sus derechos fundamentales. Lo anterior tiene implicaciones prácticas y normativas que ha desarrollado en sus investigaciones.

 

En este sentido, ha escrito y coordinado libros sobre los fundamentos legales de la desigualdad, el rol institucional del poder judicial respecto de los poderes Ejecutivo y Legislativo, las posibilidades del constitucionalismo para transformar sociedades desiguales y sobre la necesidad de reformar no solo la sección constitucional que consagra los derechos, sino también aquella que organiza el poder. Ha articulado su escepticismo acerca de una versión sustantiva del activismo judicial con sus trabajos previos en democracia deliberativa. En este campo de intersección se ha especializado en los últimos años en la historia del constitucionalismo latinoamericano y en el constitucionalismo dialógico.

 

Parafraseando a John Plamenatz, filósofo político montenegrino: toda vez que cada autor está profundamente influenciado por las circunstancias de su propio tiempo, para comprender bien los temas sobre los cuales ha escrito Gargarella, y su enfoque, debemos saber algo acerca de las condiciones sociales y políticas de su época y su país, así como de las controversias relevantes entonces.

 

ÁMBITO JURÍDICO: Existen numerosas entrevistas sobre diversos aspectos de su obra y, adicionalmente, por su activo rol como intelectual público, su pensamiento constitucional y democrático es ampliamente accesible. Por eso, y aprovechando esta grata efeméride, quisiera conducir esta breve entrevista desde sus influencias intelectuales y desde su contexto de formación.

 

Roberto Gargarella: A quien primero tengo que rememorar, por supuesto, es a Carlos Nino. Fue una persona muy estudiosa y curiosa con la historia de las ideas y con la historia política. Pero la historia se remonta un poco atrás.

 

Mi vida intelectual está muy marcada por las tragedias políticas argentinas. Me estoy formando hacia el final del largo periodo que dura la dictadura (1976 a 1983). Las lecturas a las que teníamos acceso eran muy limitadas y hay mucha censura, aunque uno no es consiente del todo o e sno e s turas son muy limita un periodo largo que es el que dura la dictadura me estoy formando. Las lecturas son muy limitade ella. Las lecturas, además, eran muy sesgadas. Mi hermano y yo, que estudiábamos juntos, éramos fanáticos de la historia, pero teníamos acceso a muy pocos libros. Cuando termina la dictadura y empieza a salir a la luz una gran cantidad de libros escondidos, nos rompía la cabeza, porque implicaba darse cuenta que, de esa materia que tanto te interesaba, no sabías nada. La caída de la dictadura fue un momento mentalmente revolucionario, pero no lo digo en términos heroicos, sino en términos de la pena que sentíamos por haber perdido tanto tiempo. De ahí que la avidez, la desesperación, por devorar tantas lecturas como fuera posible, era mayúscula.

 

Muchas de mis lecturas estuvieron marcadas entonces por lo que estuvo oculto y luego apareció abruptamente. Comienzo a estudiar Derecho en la Universidad de Buenos Aires en 1982 y la dictadura cae en 1983, o sea que vivo parte de la brutalidad de la enseñanza de esos años, que era autoritaria, vertical, violenta y machista, y también la explosión posterior.

 

En mi caso la explosión se da también cuando empiezo a estudiar Sociología. Eso también tiene que ver con la dictadura, porque como carrera había sido prohibida. La reabren, pero como secretamente, en el subsuelo de la Facultad de Derecho. Y la historia es que lo hacen, porque la hija de un general quería estudiarla. Entonces, como estoy yendo todos los días a la Facultad me doy cuenta de que se reabre, estoy súper interesado, y empiezo a estudiar Sociología. Eso me rompe la cabeza, otra vez.

 

Empezamos a acceder a lecturas y a materiales impensados. Empiezo Sociología en 1984 y resulta muy contrastante tanto en los contenidos como en la forma de su enseñanza. Por un lado, respecto de lo que estaba estudiando en Derecho durante la dictadura, e incluso después, y, por otro lado, en cuanto a la forma, pues era menos vertical, más crítica y, como era la época en la que renacía la Sociología en Argentina, se trató de su versión más radical. Teníamos además clases en las mismas aulas. Los profesores daban su clase de Derecho y las clases más importantes de Sociología se daban después en la misma aula. El uso del espacio era tan distinto que también me resultó muy chocante, digamos, poder ver esos dos mundos tan distintos que coexistían en el mismo espacio: lo peor de la formalidad del Derecho y lo más rupturista del momento que eran los estudios de Sociología. Todo eso tuvo un gran impacto.

 

Á. J.: Y en la segunda mitad de sus estudios de Derecho aparece Carlos Nino.

 

R. G.: Efectivamente. Empiezo a asistir a los seminarios de Nino, que se realizaban los viernes en la Facultad de Derecho, hacia 1985. Eso me resulta muy deslumbrante. Pero ese background que estaba formando en Sociología hace también que mi aproximación a la filosofía analítica, que se estudiaba mucho allí, fuera muy particular. Por eso en algún punto siempre fui el ala izquierda del “ninismo”. Llegaba con unas aspiraciones y una cabeza muy distintas respecto de quienes venían exclusivamente de Derecho. Teníamos demandas o expectativas diferentes. En la base de mi formación se encuentra esa combinación de lo que aprendía con Nino y lo que aprendía en Sociología, que eran dos mundos que también estaban en tensión entre sí, y a la vez los dos muy distintos de la formación dogmática, autoritaria, de Derecho.

 

Con Nino paso el primer año desesperado porque se habla un idioma que no entiendo. Recuerdo que me voy unas vacaciones a donde iba siempre, a una pequeña playa donde mis padres tenían un lugar para la familia, a donde viajaba la clase media, y me paso todo el tiempo con el libro Ética y derechos humanos. Ese verano siento que aprendí un idioma. Aprendí a hablar un lenguaje y a pensar de cierto modo. Vuelvo al seminario de Nino y hablo el idioma. Fue un proceso muy fuerte. Y eso fue central para mí, decisivo.

 

Esto es entre 1985 y 1986. Después hago la maestría y el Doctorado en Argentina, y en 1990 o 1991 me voy a Chicago a empezar otra maestría y doctorado. En ese lapso también trabajo con Nino en el Consejo para la Consolidación de la Democracia y, después, cuando termina el gobierno de Alfonsín en 1989, nos vamos a un instituto privado.

 

Esos años los recuerdo siempre como de gran aprendizaje, fuera de la formación universitaria, en las tardes con Nino discutiendo alrededor de la mesa de café, comiendo facturas y dulces, en almuerzos. Nino era muy inteligente y un discutidor infinito. Imposible ganarle una discusión, pero, al mismo tiempo, estaba desesperado por discutirlo todo. Hay algunas anécdotas famosas de subirse a un taxi y bajarse cuadras después de haber llegado a su destino para poder seguir argumentando. Esos son los años de formación dura. La discusión con él y el grupo que congregaba, sobre todo a Marcelo Alegre, Marcela Rodríguez, Otto Michelle… Son años muy bonitos vitalmente.

 

Á. J.: ¿Por qué se va luego a Chicago a hacer un segundo doctorado y después a Oxford?

 

R. G.: A la Universidad de Chicago me fui porque quería estudiar con los marxistas analíticos que estaban en la Facultad de Ciencia Política: Elster, Przeworski, Stephen Holmes, Bernard Manin… Si bien en Derecho era como un extranjero, ahí obtuve mi título. Mi supervisor fue Cass Sunstein. Él, ejemplar en cuanto a que era una persona inteligente y que nos daba a leer infinidad de cosas buenas. Estaba también muy en lo suyo, entonces la forma de dialogar con él, de que me leyera y corrigiera, fue hacer dos o tres de sus cursos. Era muy detallado en las correcciones. Por ese tiempo escribió After the Rights Revolution (1990) y The Partial Constitution (1993) que para mí son dos libros muy valiosos en constitucional.

 

Cuando termino el doctorado me voy a Oxford a hacer un posdoctorado. Nino moriría en ese momento. Quien me recibe es un amigo suyo: Joseph Raz. Mi gran apuesta era trabajar con Gerald Cohen, que era otro de los grandes marxistas analíticos. Con ese grupo, que no se llevaba necesariamente bien entre sí, he seguido en relación. Con Cohen, que ya murió, fuimos muy amigos; con Przeworski hemos seguido trabajando mucho, y también con Elster, con quien acabamos de publicar un libro: Constituent Assemblies. Esos fueron mis segundos años formativos.

 

Después, hice como un proceso nuevo de tesis doctoral cuando empecé a escribir sobre constitucionalismo, porque siento que ha sido el mismo proceso de meterme, de zambullirme, en una discusión y de tratar de llegar hasta tan lejos como pueda, leyendo desesperadamente una literatura infinita. No sé hasta qué lugar llegué, pero he tratado de dar todo lo máximo para hacer una investigación que asumo como haber hecho otra tesis doctoral por el proceso de trabajo tan intenso. Estuve como 20 años más indagando, cavando, la piedra del constitucionalismo latinoamericano.

 

Ahora pienso escribir un libro con lo que he sedimentado de ello.

 

Á. J.: Usted ha sido uno de los pocos (y, en todo caso, uno de los principales) autores latinoamericanos que, muy sintonizados con el canon teórico constitucional y democrático anglosajón, han hecho un esfuerzo adicional por comprender las realidades locales, por hacer que las teorías tengan rendimientos contextuales.

 

R. G.: Puede venir en parte del contexto de violación de derechos humanos durante mi formación bajo la dictadura y luego con los reclamos por verdad y justicia de las víctimas. Es en parte también por los estudios en Sociología que me enrutaron desde el principio hacia la preocupación por lo social. Esas dos notas, que supongo estaban latiendo en mí, ayudaron a reforzar ese enfoque en mis estudios.

 

Por el aprendizaje que hice, sobre todo, en EE UU alrededor de sus debates constituyentes y los textos de El federalista, me siento hasta cierto punto un introductor de algunos de esos temas en América Latina, pero estaba muy en falta porque cuando volví de EE UU trabajaba en clases y conferencias temas interesantes, pero muy desde las discusiones anglo.

 

La dimensión de esos estudios constitucionales y democráticos sigue estando muy presente, pero hondas preocupaciones por el modo como pensamos el Derecho, las instituciones políticas y sus fundamentos, hizo rápidamente que en un momento pusiera el freno a esa aproximación teórica. Hasta cierto punto me daba hasta vergüenza sentir que tenía algo para decir sobre los debates constituyentes estadounidenses, pero casi nada sobre los latinoamericanos. Me acerqué a ellos con cierto prejuicio, pero encontré una riqueza extraordinaria y desde entonces les he dedicado mucho tiempo. Fue muy importante trabajar para ver las ideas que había estado madurando, y las intuiciones que iba sacando, en relación con las discusiones anglo, aplicadas a los casos de la región: cómo se daba, cómo se traducía y que pasaba en el medio. Eso sigue hasta ahora.

 

Sobre el control judicial de constitucionalidad (Judicial Review), por ejemplo, he estado revisando lo que escribí desde mi primera tesis doctoral, en la década de 1980 -muy en la línea de la reflexión estadounidense- frente a lo que he venido haciendo ahora, casi 40 años después, en la misma línea: cómo eso merece pensarse a la luz de los dramas de la historia latinoamericana.

 

Algo que reivindico y que me gusta de mi actividad académica es que sigo tirando del mismo hilo que empecé a tirar entonces, y lo he expandido por distintos lados, pero siempre en diálogo con la misma línea de trabajo. El control constitucional era, y ha sido desde entonces, una manera impresionante de pensar los problemas de la democracia, y de la democracia latinoamericana, y los problemas que suscita la tensión con el constitucionalismo. He estado tirando de ese hilo, buscado distintas manifestaciones, pero cada vez más desde preocupaciones y angustias regionales.

 

Á. J.: Y en esa línea se inscribe el libro que, mencionó, piensa escribir sobre constitucional.

 

R. G.: Tengo ahora la idea, si todo va bien, de aislarme un tiempo en EE UU para empezar a escribir un libro que tengo en la cabeza sobre cómo ha girado mi obra, desde su enfoque muy centrado en la discusión estadounidense, hacia ese aspecto que preguntaba, enfocado en lo latinoamericano. Un libro donde pongo fin a la tarea de escavar la piedra del constitucionalismo y de seguir buscando debates, autores y discusiones, para decir, bueno, ya tengo esto y qué decanto. Siento que se han decantado muchas cosas sobre cómo pensar críticamente lo que hay sobre frenos y contrapesos, control constitucional, organización de las relaciones entre derechos y poder, y sobre cómo pensar la Constitución y cómo debería orientarse. Ansío que llegue ese momento de poder empezar a sacar en hojas lo que tengo en la cabeza.

 

Sería sobre el constitucionalismo, pero sin fronteras, tiene su eje centralísimo en América Latina, pero desde la tradición amplia desde la que se inscribe, entre otras cosas, porque los sistemas se han ido acercando. Mucho de lo que uno puede decir por ejemplo sobre control constitucional o sobre los derechos, y cómo se litigan, es relevante en un contexto amplio. Es básicamente juntar el stock y ver qué quedó, que aprendí, que es lo que me emociona, y qué veo como problema.

 

Á. J.: Finalmente, el profesor Christian Viera en su discurso (Laudatio) enmarcó su obra en tres campos: el derecho a la protesta, el control judicial y el constitucionalismo latinoamericano (‘La sala de máquinas de la Constitución’). ¿Qué tan bien representado se siente por esa clasificación?

 

R. G.: Es una buena pregunta y en realidad Christian, que es amigo, hizo una síntesis muy adecuada. No sé si identifico como primer tema a la protesta. Es muy importante y expresa mucho de lo que me interesa, pero, si tuviera que escoger un primer tema serían las cuestiones sobre democracia que son hípercentrales para mí, que lo recorren todo. En esto que decía que siempre he estado tirando del mismo hilo, los hilos más gruesos tienen que ver con la democracia.

 

La cuestión sobre los derechos sociales ha estado muy presente, pero también se mezcla con las preocupaciones por el control constitucional y por la democracia. Al constitucionalismo latinoamericano le he dedicado mucho tiempo y merece estar. Él mencionó también el libro Las teorías de la justicia después de Rawls, que publiqué en 1999, que refleja lo iluminadores que fueron para mí los estudios de filosofía política. No he desarrollado el tema de las teorías de la justicia, sobre cómo pensar la justicia -que es riquísimo y merecería pensarse mucho más-. Me he dirigido más hacia cuestiones de teoría constitucional que de teoría de la justicia, pero la filosofía política es una parte inescindible y crucial en mis estudios en este campo.

 

Es lo que aprendíamos con Nino. En Derecho nos estábamos formando con lo peor de la dogmática argentina, que es paupérrima, y de repente con Nino estudiábamos a Rawls y a Habermas, y bueno era como sentir que por fin se respiraba y había vida en este mundo. Eso fue muy importante como formación de base y sigue estando ahí. Si no lo hubiera tenido, no hubiera podido permanecer de pie académicamente.

 

Me siento entonces muy identificado con la Laudatio. Solo diría que hay otras piezas, como teoría de la justicia y teoría de la democracia, que también son absolutamente centrales y que me han permitido pensar acerca de otras cuestiones muy importantes, como las constitucionales y su apropiación regional.

 

Fragmento del discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa:

 

El derecho como conversación entre iguales”

“Quisiera tomar esta oportunidad que me otorgan para abogar por un particular ideal regulativo en torno al derecho. Pienso en un ideal en donde el derecho aparece como la expresión y el resultado de una conversación entre iguales. Esta visión del derecho puede ayudarnos a pensar críticamente sobre nuestra disciplina y contribuir también a que definamos cómo, y en qué sentido, modificar la práctica jurídica con la que estamos involucrados. Ante todo, concibo al ideal de la conversación entre iguales como un anhelo: el anhelo de dejar atrás la desesperanza en la que habitualmente nos sume la práctica efectiva del derecho”.

“Frente a esa desilusión a la que nos arroja, con mucha frecuencia, el derecho, me he encontrado muchas veces repitiendo, inconscientemente y para mis adentros, los versos del poeta Rafael Alberti. Desde el exilio en Francia, Alberti mostraba la impotencia que sentía en relación con la única arma que sabía manejar -el lenguaje- diciendo: “las palabras entonces no existen, son palabras.” Esta línea pertenece a su poema “Nocturno”, en donde el poeta escribió:

“Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua…
Las palabras entonces no existen, son palabras…
Siento esta noche, heridas de muerte las palabras”

A pesar de todo: a pesar de las tristezas de tinta con que nos deja el derecho; a pesar de los libros que escribimos y que ha de borrar el agua, quisiera dedicar esta oportunidad a insistir otra vez. Quisiera volver a insistir por el derecho, una vez más, como si tuviéramos las fuerzas y las ilusiones todavía intactas. Propongo aquí, entonces, pensar en el derecho como una conversación entre iguales, y abogar por ello…”

 

Discurso completo, en: http://seminariogargarella.blogspot.com/2019/07/doctor-honoris-causa.html

 

Algunos artículos:

 

http://bibliotecadigital.uns.edu.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1515-73262004001100004&lng=es&nrm=iso

 

https://harvardilj.org/2019/02/reservations_peace/?fbclid=IwAR26L--3JKYV4uDJh-2vtos7eo3VscgW8K4Ij8MuisJXu8gGetcvGj9awj4

 

https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/4173/1/RFLACSO-ED75-07-Gargarella.pdf

 

https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/6162/S0900774_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y

 

https://repositorio.utdt.edu/bitstream/handle/utdt/10615/RATJ_V14N2_Gargarella.pdf?sequence=1&isAllowed=y

 

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6198799

 

https://www.redalyc.org/pdf/522/52235600006.pdf

 

https://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.cgi?referer=https://scholar.google.es/&httpsredir=1&article=1023&context=yls_sela

 

Columnas de prensa:

 

http://revistaanfibia.com/autor/roberto-gargarella/

 

https://elpais.com/autor/roberto_gargarella/a

 

https://www.clarin.com/autor/roberto-gargarella.html

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