29 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 2 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y….

Palabras versus signos

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Antonio Vélez M.

 

A pesar de la gran potencia del lenguaje hablado, el de signos, en algunos aspectos lo supera. Para comenzar, el lenguaje de signos potencia la descripción visual, la memoria de espacios y las fantasías visuales, amén de que puede comenzar a enseñarse a los seis meses, mucho antes de aparecer el lenguaje hablado en los niños, y resulta especialmente útil en los autistas, que no quieren o no pueden hablar. Un niño sordo de seis meses es capaz de hacer señas para pedir leche, cuando un oyente de la misma edad debe llorar para lograrlo.

 

Sin embargo, el hablante por signos no puede hablar y hacer tareas manuales al mismo tiempo (quizá por esta virtud, la de escuchar al tiempo que se trabaja manualmente, y contrario a lo que se temía en su época, la radio no fue eliminada por la televisión), y es difícil para ellos conversar mientras caminan. Usando binoculares, dos sordos pueden comunicarse a distancia, especie de teléfono inalámbrico, y así conversar en medio del bullicio de una discoteca a más de cien decibeles, o de un extremo a otro de un estadio. Pero no pueden hablar por celular ni confiarse secretos al oído.

 

El hablante por signos se convierte en un experto visual, lo que explica por qué, en las pruebas de construcción espacial, los niños sordos que conocen el lenguaje de signos obtienen puntajes más altos que los oyentes. Dicen los expertos que la seña conserva una capacidad directa de retrato que no tiene analogía alguna en el lenguaje hablado, que no puede traducirse a este, pero con un costo: utiliza poco la metáfora. Cuando oyentes adultos aprenden el lenguaje de signos, se dan cuenta de que en ellos se producen algunos cambios mentales, como la tendencia a una descripción visual más gráfica, con potenciación apreciable de la memoria y la fantasía visuales, amén de una utilización más libre y expresiva del cuerpo.

 

Oliver Sacks cuenta que conoció a una joven, hija oyente de padres sordos, cuya primera lengua fue la de señas, pero que luego aprendió la lengua hablada en su medio. La joven decía que con frecuencia volvía al lenguaje de signos, y que “pensaba en signos” cuando tenía que resolver un problema complejo. También cuenta Sacks que conoció a una anciana sordomuda que hablaba el lenguaje de señas, pero que era “aguda como la punta de un alfiler”. La anciana se sumía a veces en un plácido ensueño, y entonces parecía que estuviese tejiendo, pues movía sus manos de manera constante y compleja. Su hija, que también podía comunicarse por signos, le explicó a Sacks que no se trataba de tejer, sino de pensar, pues su madre pensaba ayudada por signos.

 

Tal vez algunas de las virtudes especiales del lenguaje por signos se deban a que posee cuatro dimensiones: las tres espaciales del cuerpo de quien ejecuta los signos y la temporal, en tanto que el habla solo tiene una dimensión, la temporal. El lenguaje escrito también es unidimensional, mientras que los sólidos de nuestro mundo tienen tres dimensiones. Por estos motivos, el lenguaje por signos no tiene escritura, aunque sí puede grabarse en video. Debe recalcarse que el lenguaje de signos no tiene solo una estructura narrativa, sino también cinemática, hecho que rebasa la comprensión de los que solo poseen el lenguaje hablado. Por esto supera al oral en la descripción de acciones que impliquen movimiento.

 

En el lenguaje de signos hay aliteraciones, hecho que ocurre cuando las dos manos describen términos a los que corresponden movimientos parecidos, similar a lo que se da entre los hablantes, y existen “trabalenguas”, como los de las palabras que resultan de frases que exigen entrecruzamiento de las manos (“trabamanos”). Se puede traducir la poesía de los hablantes o recitarla en lenguaje de signos, pero además se puede hacer otra clase de poesía que por su dinámica motriz no tiene paralelo con la de los hablantes. Por ejemplo, cierto haiku en el lenguaje de los sordomudos, llamado summerh, comienza sobre la cabeza y baja hasta llegar a la cintura. Al traducirlo al lenguaje hablado pierde toda su fuerza estética. Un conocedor comentaba: “Recuerda que el lenguaje de signos existe en una modalidad visual y espacial. Su poesía y su humor son tan diferentes de los que crea el lenguaje hablado, que es absolutamente asombroso y maravilloso cuando llegas a conocerlo”. Hay gracia y humor en el lenguaje de signos, y se logra con dobles sentidos, con juegos de signos equivalentes a los juegos de palabras, o por medio de combinaciones de movimientos que resultan cómicas. Estas últimas no tienen equivalente oral.

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