29 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 2 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Momentos estelares de las telecomunicaciones

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Antonio Vélez

 

En 1876, en Nueva York, Antonio Meucci construyó el primer teléfono, con la intención de conectar su oficina, situada en el sótano de su casa, con la habitación de su esposa, situada en la primera planta. La señora se hallaba inmovilizada a causa del reumatismo. Debido a dificultades económicas, Meucci no pudo llevar a cabo los trámites de la patente. Pero ese no era un problema para Alexander Graham Bell, quien, también en 1876, construyó otro dispositivo parecido, pero mucho mejor que el de Meucci, pues permitía transmitir la voz con claridad y gran fidelidad. Bell patentó su invento ese mismo año, lo que lo ha hecho injustamente merecedor al título de inventor del teléfono.

 

La palabra viajó por primera vez a través de un hilo de cobre, convertida en una señal eléctrica. Faltaba ahora instalar una red de líneas eléctricas entre los abonados y reducir así las distancias entre ellos. La primera central telefónica del mundo se puso en servicio a los dos años, en New Haven (EE UU), con 21 abonados, quienes podían comunicarse a distancia. El número de plantas telefónicas creció rápidamente hasta que las ciudades quedaron interconectadas, luego los países, un poco más tarde los continentes y al final el mundo entero.

 

Roberto de Moura, sacerdote brasileño, inventó el teléfono inalámbrico en 1900, pero solo se comercializó hacia 1940. Dicho teléfono es un aparato de radio conectado sin cables a una base, que a su vez está conectada a la red local. Hoy, los teléfonos con cables van desapareciendo rápidamente por la competencia con los celulares. Digamos que con los celulares, el mundo ha quedado interconectado de una manera difícil de anticipar hace una década. Bastan unas pocas operaciones manuales para que en la pantalla aparezca nuestro interlocutor, que bien puede estar en el sitio antípoda del nuestro. Y el número de funciones, además de la comunicación, es asombroso, y crece día a día.

 

Cuando se transmitieron por primera vez las ondas de radio, ya habían sido predichas por las ecuaciones de Maxwell, a la vez que se conocía su velocidad de propagación, igual a la de la luz, y se conocía también la posibilidad de transmitir información codificada en ellas. En 1895, el joven Marconi, en su laboratorio, inició la construcción de un trasmisor y un receptor. Con ellos llevó a cabo la primera transmisión sin hilos, a un kilómetro de distancia. Un año después, con apenas 22 años de edad, logró patentar su gran invento, hazaña por la cual se le otorgó el Nobel de Física en 1909.

 

En los comienzos de la televisión se expusieron diversas soluciones mecánicas; sin embargo, pronto fueron sustituidas por los sistemas electrónicos. Las primeras emisiones públicas las efectuó la BBC de Londres en 1927, y en 1930, en EE UU, la CBS y NBC. En agosto de 1931, Manfred von Ardenne hizo la primera demostración pública de un sistema de TV utilizando un tubo de rayos catódicos, y logró su primera transmisión de imágenes en diciembre de 1933. Dos años después se instaló el primer servicio mundial de televisión, y más tarde se transmitieron en directo y para toda Alemania los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. La imagen cinematográfica viajó con entera libertad por el aire, para así convertirse en la mayor entretención doméstica. Grandes y chicos hemos quedado atrapados en sus innumerables atractivos.

 

A un mexicano, Guillermo González, debemos un avance significativo en la televisión: la TV a color, invento que completó en 1940 y perfeccionó en 1960. Por desgracia para el mundo, el genial inventor encontró la muerte muy temprano, a los 48 años de edad. Regresaba de inspeccionar un transmisor repetidor, cuando el vehículo en que viajaba chocó violentamente.

 

Hay un hecho bien curioso: a pesar de que existe la TV en tres dimensiones, esta no se ha comercializado, y desde 1917, la mayoría de los fabricantes han renunciado a producir televisores 3D, debido a la falta de demanda. Los espectadores se quejan de que es aburrido usar gafas especiales y que, además, uno debe situarse en ciertos puntos específicos y con poca libertad de movimiento. Nada de estirarse cómodamente en el sofá. Esperemos ansiosos a que el ingenio humano dé el gran paso adelante.

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