27 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 2 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

El diseño del sistema legal

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José Fernando Torres 

Ex fellow del Legal Desing Lab de la Universidad de Stanford

 

Está muy de moda hablar de innovación legal, legal design, legaltech, inteligencia artificial y cosas por el estilo. Todos son temas importantes, sin duda, pero también me parece que están desviando la atención y evitando que tengamos discusiones de fondo. Los que me conocen saben que soy un gran promotor de legaltech, legal design y la innovación legal. Pero también saben que siempre que empiezo una charla o una clase, empiezo por plantear las preguntas que considero correctas.

 

En vez de tanto humo sobre legaltech, new law, legal design y demás (sobre todo en la cantidad de diplomados bien flojos que están haciendo las universidades), deberíamos hacernos las siguientes preguntas: ¿cuánto le cuesta al país la complejidad del sistema legal?, ¿cómo reducimos esa complejidad?, ¿cómo hacemos un sistema legal simple que les permita a las personas acceder al Estado de derecho y operar en la legalidad?, ¿cómo democratizamos el Derecho?, ¿cómo nos inventamos nuevos tipos de servicios de justicia? y ¿cómo transformamos la educación legal en pregrado?

 

Para explorar esas preguntas, deberíamos estar estudiando al economista peruano Hernando de Soto. Para mí, es el autor con las reflexiones más importante para lograr innovar y diseñar un sistema jurídico centrado en las personas. Su libro El misterio del capital trae una serie de reflexiones que nos deben servir de guía.

 

Una de estas es que la riqueza de las naciones depende de la capacidad de sus líderes para crear órdenes legales que reflejen y articulen el contrato social de los pueblos. La pregunta, entonces, es ¿cómo diseñamos estos órdenes legales?

 

Otra reflexión que hace De Soto es que mucha gente es pobre y vive en la informalidad, porque el sistema legal es tan engorroso y complejo que les queda imposible cumplir con sus obligaciones legales y ejercer sus derechos. Esto es bien importante. Aun queriendo cumplir, la complejidad del sistema lo hace imposible. El costo de un sistema legal complejo es enorme. Las personas y las empresas no entienden las leyes o decretos y, por ende, operar en la legalidad es difícil o costoso. El tiempo que se pierde con contratos largos, complejos y llenos de definiciones ridículas, que nada aportan, aumentan los costos de transacciones para el Estado, las empresas y las personas.

 

Esto no es una cuestión de forma únicamente, es de fondo. La complejidad no está únicamente en el lenguaje que usamos los abogados o en los documentos largos. La complejidad también nace porque no nos estamos sentando a reflexionar, a pensar en profundidad.

 

En vez de hablar sobre innovación legal en abstracto, por qué, más bien, no pasamos a plantear preguntas concretas que nos lleven a donde queremos llegar. Les tengo las siguientes: (i) ¿cómo diseñamos un sistema legal en el que sea fácil cumplir?, (ii) ¿cómo podemos eliminar la complejidad legal?, (iii) ¿qué procesos regulatorios podemos diseñar que ayuden a evitar la complejidad? y (iv) ¿cómo podemos crear un sistema jurídico centrado en el ciudadano?

 

Las respuestas a estas preguntas no las tenemos los abogados. Todo lo contrario, en las facultades de Derecho nos enseñan que entre más enredado sea el concepto, el contrato o la sentencia, mucho mejor. El sistema legal, al igual que la justicia, es demasiado importante para dejárselo a los abogados.

 

¿Qué debemos hacer? Seguir los pasos de Charlie Munger, quien asegura que la mejor forma de resolver los problemas es plantearlos a través de distintos lentes (o modelos mentales). Deberíamos estar usando los modelos de la física (como la fricción y viscosidad), el apalancamiento y la termodinámica. También los modelos de la biología, como la teoría de ecosistemas, el instinto de autopreservación y la tendencia de la naturaleza a usar la menor cantidad de energía para maximizar los resultados.

 

En este punto van a pensar que me enloquecí. Pero Charlie Munger es uno de los inversionistas más inteligentes y exitosos de todos los tiempos. En Silicon Valley estudian su forma de pensar constantemente. Y si miran otras ramas del conocimiento, van a ver que las referencias a Charlie Munger crecen cada día. Sería una ridiculez desechar la forma de pensamiento de uno de los personajes más inteligentes de la historia (que dicho sea de paso es abogado). Deberíamos pensar el diseño del sistema legal como lo haría Charlie Munger. Antes de que se ponga de moda, recuerden que acá lo leyeron primero.

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