Las pilatunas de un juez y de un premio Nobel de Paz
Javier Tamayo Jaramillo
Exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia y tratadista
Como siguiendo un modelo preconcebido de sumisión, los grandes medios dejaron pasar como noticia sin importancia el escándalo desatado por el magistrado de la Corte Constitucional Alejandro Linares, en su confesión de que el expresidente Juan Manuel Santos llamó a otros magistrados de la misma Corte para presionarlos con el fin de que fallaran en contra de su enemigo, el expresidente Álvaro Uribe, una tutela que este había interpuesto. De paso, Linares confesó que era común que personajes influyentes de la política, incluidos los expresidentes Santos y Gaviria, llamaran a los magistrados a intrigar por procesos que eran de su interés.
Ante semejante confesión, Linares trató de limpiar su “embarrada” diciendo que sus palabras habían sido sacadas de contexto por los medios de comunicación, creyendo que los colombianos éramos incapaces de entender sus asombrosas e imborrables declaraciones. Así, su credibilidad cayó aún más.
Si la citada tutela hubiese sido fallada sin esas presiones y en buen derecho, contra el expresidente Uribe, yo no tendría reproche alguno, pues desconozco el fondo del asunto. Lo que hoy pienso también lo pensaría si las presiones fueran de Uribe para vengarse de Santos. Acá no discuto política: defiendo el Estado de derecho. Pero, con esas presiones de Santos, queda la duda y la justicia se mancha espuriamente para que el premio Nobel de la Paz se vengue de su contradictor político. ¡Qué vergüenza!
Esas presiones prueban que el derecho de los jueces no existe únicamente para fallar en favor de los débiles, como afirman los partidarios de tal escuela de interpretación. También sirve para que se legitime la corrupción.
Si la Corte Constitucional no aplicara el derecho de los jueces, los expresidentes, los políticos influyentes, los contratistas y mafiosos no se atreverían a meter sus narices en el sagrario de la justicia colombiana, porque serían conscientes de que donde se aplica el Derecho lealmente, sus presiones serían en vano. Pero si esas presiones son moneda corriente, es porque la corrupción y la influencia de esas fuerzas putrefactas se han facilitado, ya que algunos magistrados las volvieron costumbre, pues, en nombre de algún principio constitucional como pretexto, prevarican para pagar los favores que han recibido de tan oscuros personajes. En el activismo judicial todo vale en nombre del Estado social de derecho.
Cuando el Gobierno y el Parlamento no intervenían en la elección de los magistrados de las altas cortes, estas eran independientes y fallaban aplicando la ley y la Constitución. La política no las corrompía.
De otro lado, esa corrupción vergonzosa del expresidente Santos viene de atrás. En efecto, cuando este embolató el resultado del referendo que dijo “No” a la forma como se pactó el proceso de paz, en lugar de llamar a quienes ganaron el referendo para que la paz se hiciera con todas las partes beligerantes, que era lo correcto, ya que una paz a medias no hace más que llamar a la violencia de los que quedaron por fuera, como en efecto ocurrió, Santos prefirió correr a firmar lo que ya tenía acordado en La Habana. Si no lo hacía rápido, perdía el premio Nobel, que era lo que le interesaba.
Pero como el desconocimiento del referendo violaba flagrantemente la Constitución y fue necesario dictar un conjunto de normas reglamentarias inspiradas en el espíritu legislador de Enrique Santiago, el comunista español que asesoró a las Farc y acorraló al gobierno colombiano, los mismos medios afirmaron que la Corte fue sometida a enormes presiones del gobierno Santos para que declarara exequible todo ese ramillete de violaciones a la Carta.
Ocurrido eso, con el premio Nobel incluido, no entiende uno cómo un expresidente, con ánimo vengativo, irrespete la majestad de la Corte para que falle en contra de su enemigo. El Nobel de la Paz es una dignidad que impone deberes éticos a quien los recibe. Pero a Santos eso no le importa.
Dejo lo peor para el final. ¡Qué tristeza que por culpa de algunos magistrados innobles se manche la totalidad de la justicia, con lo cual, la mayoría de nuestros jueces y magistrados, que dan su vida por el Derecho, quedan metidos en la misma talega de los corruptos!
Doctor Linares: lo que dijo es demasiado claro y grave y no tiene vuelta atrás. Asuma consecuencias y guarde silencio, por lo menos.
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