La reforma exprés
Juan Camilo Serrano Valenzuela
Abogado y asesor tributario
Muchas han sido las opiniones en relación con la reforma tributaria que hace trámite en el Congreso, luego del descalabro del proyecto presentado por el ministro anterior.
Es claro que la presentación de la iniciativa el semestre pasado fue un verdadero fiasco, por la pésima estrategia por parte de las autoridades y una peor explicación de los alcances que podría tener la propuesta.
A nivel recaudatorio y de instrumento redistributivo, tenía una orientación técnica, ambiciosa y moderna, aun cuando, como ha sido la tendencia de los últimos años, cargaba la mano a los contribuyentes con menores posibilidades de defensa, sustentado en las cifras de países de la Ocde, que tributariamente no son comparables con nuestro sistema.
Este proyecto es sencillo, fácil de digerir, con pocas medidas tributarias que corrigen errores de reformas anteriores, tales como el descuento integral del ICA o la disminución acelerada de tarifas de renta a sociedades.
Quedaron faltando algunas medidas para corregir deficiencias de las últimas reformas tributarias, pero es claro que, de ninguna manera, podían tocarse impuestos indirectos ni gravarse más las personas naturales, aspectos que, aparentemente, fueron el origen de la reacción ciudadana que generó paros y bloqueos.
En primer debate, se aprobaron algunas de las cientos de proposiciones de origen parlamentario, que fueron concertadas con el Gobierno Nacional, presentadas por congresistas en ejercicio legítimo de su función constitucional.
No deja de ser extraña la facilidad con la que se lograron consensos, sobre todo con algunos sectores del Congreso que, incluso, presentaron varias ponencias alternativas que buscaban el archivo del proyecto, lo que resultaría claramente irresponsable, teniendo en cuenta el momento económico y fiscal de nuestro país.
Algunas proposiciones aprobadas en primer debate implican, sin duda, retroceso en la creación de una verdadera cultura tributaria, tales como disminución de intereses a morosos, amnistías, conciliación o transacción de procesos en curso contra quienes, aparentemente, eluden o evaden impuestos.
Perdonar morosos implica aceptar la impunidad fiscal, contra la que nuestro país viene luchando, sin mucho éxito en materia penal y con mejores resultados en materia fiscal.
Sin embargo, las prácticas de la administración tributaria no persiguen propiamente la evasión o la elusión, sino que buscan recaudo, sin considerar las verdaderas prácticas nocivas para la adecuada y justa tributación. Esto resulta contrario a las buenas prácticas de la administración tributaria, que debe centrarse en el fraude tributario y no simplemente en la búsqueda de correcciones y recaudos adicionales, que no ha querido el legislador, pero que son generosamente calificados por la administración.
Nuestra costumbre de fiscalización tributaria impone a los contribuyentes correcciones y ajustes a sus declaraciones, incluso por encima de lo que la ley ha querido que ellos contribuyan a las finanzas públicas, haciendo el sistema injusto y claramente subjetivo sometido a la voluntad e interpretación, muchas veces, sesgada de funcionarios fiscalizadores.
En esa dirección precisamente se observan medidas aprobadas en primer debate, como la expedición de una factura que liquida de manera oficial el impuesto de renta a los contribuyentes, sin considerar el respeto al debido proceso y a formas especiales de interacción económica, como, por ejemplo, los contratos de colaboración empresarial.
En general, no somos amigos de las amnistías, porque, aunque generan recaudos rápidos tan necesarios en situaciones de crisis, tienen un efecto perverso en el futuro mediato, ya que termina siendo atractivo el riesgo de evadir la ley tributaria a la espera de nuevas amnistías, lo que, en muchas ocasiones, es más económico y eficiente.
La expectativa de gabelas procesales puede estimular que la búsqueda rápida de recursos, tan necesarios en la actualidad, fomente el incumplimiento de deberes, sin desconocer que gozan de muchos amigos y grandes apoyos no solo en el Congreso, sino entre los contribuyentes.
Es claro que la aprobación exprés de la reforma probablemente justifica el sacrificio, tal como lo sostuvo El Libertador, cuando indicó: “Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”.
Ojalá que, a pesar de los sacrificios, la administración acometa una campaña agresiva de cultura tributaria.
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