La negociación, un asunto vital
Julio César Carrillo Guarín
Asesor en Derecho Laboral, Seguridad Social y Civilidad Empresarial
carrilloasesorias@carrillocia.com.co
De tiempo en tiempo, se pone de moda la negociación con causa en la divulgación mediática de su objeto: la paz, el salario mínimo, las alianzas políticas…
Y muchas veces la sola palabra negociación remite a una especie de caverna en la que las partes se reúnen a batallar sus particulares intereses bajo la errática inteligencia de estrategias tendientes a doblegar, signadas por la desconfianza y la astucia para sacar ventaja y “no dejarse”.
Pues resulta que, desde la ética cívica, la negociación no es un momento excepcional ni una oportunidad para la agresión. Por el contrario, es una sana oportunidad que envuelve nuestro diario vivir, en la medida en que, desde que abrimos los ojos e interactuamos con alguien, sobreviene la necesidad de armonizar.
Desde esta perspectiva, la negociación, lejos de ser un mundo humanamente sórdido, es un discurrir vital para promover una vida digna de ser vivida en el decurso ordinario de las interacciones sociales.
Es por ello que, en una relación laboral, haya o no sindicato, haya o no convenciones o pactos colectivos, es necesario implementar mecanismos en los que se genere inclusión y reconocimiento para permitir que el diálogo transite por los diferentes caminos de la vida productiva, como un medio indispensable para escuchar y ser escuchado; para empatizar, comprender y aportar en orden a construir espacios bondadosos de riqueza humanitaria no solo en lo económico y en lo operativo, sino también como herramienta para que subordinantes y subordinados se sientan formando parte de un mismo proyecto de bienestar.
Existen diferentes métodos y técnicas organizacionales para generar buen clima. Sin embargo, sin perder de vista esos canales prácticos, es esencial retomar el principio cotidiano de la armonización permanente que haga posible un engranaje funcional y coherente del tejido social laboral.
Para ello no hay magia. Responde a una determinación institucional que, desde la voluntad directiva, considere al “ser humano como un fin en sí mismo” (Kant), plantee como norte de la acción productiva el fomento de la competencia ética para desarrollar un carácter individual y colectivo, en el que los integrantes de la comunidad empresarial logran reconocerse como seres que dinamizan su existencia, promoviendo con su actitud, con su palabra y con sus competencias, espacios de diálogo en la acción, en los que cada persona se siente dueño de su propio destino: ¡ciudadanos empresariales!
Es en este ejercicio de dinámica cotidiana que se materializa el sentido de cooperación, la creatividad y el comportamiento responsable que vitaliza el quehacer diverso, facilita la corrección de los errores y permite adoptar decisiones prudentes y justas con exigencias razonables, cuya aplicación rigurosa se legitima en la coherencia funcional de una comunidad en la que hay lugar para la diferencia y el debate que construye, pero no para el odio.
Es con este caudal de humanidad que se nutren con autoridad moral las normas, los procesos, los reglamentos, las planeaciones estratégicas y, en fin, las diferentes teorías en materia tales como la responsabilidad social y la prevención de riesgos, entre otras.
Es con este color que la negociación logra, como resultado de un diálogo de palabra y de acción, armonías –no exentas de contratiempos y dificultades– que hacen de la diversidad un motivo de riqueza y no de oprobio para alcanzar resultados sostenibles con calidad humana.
Hay muchos métodos sabios y efectivos, incluida la misma negociación colectiva laboral. Pero el insumo fundamental, el “método mayor” que a todos envuelve, es asumir que la negociación es una realidad inherente a la interacción social que hace del diálogo, muchas veces en el ámbito formal de una mesa y la mayoría de ellas en medio de la febril actividad, un camino para vitalizar el pluralismo.
Mientras ello no suceda, el espíritu de cooperación se diluye en un mar de desencuentros, en el que personas encadenadas por la necesidad de sobrevivir no viven con el otro y para el otro, solamente lo utilizan para su propio beneficio.
No lo olvidemos: siempre es el momento oportuno para construir bondad y tejer historias de humana dignidad.
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