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Personaje


Paula Samper, la elegida de Chambers & Partners Latinoamérica

02 de Diciembre de 2011

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Foto: Humberto Pinto

 

Paula Samper podría haber ejercido su carrera en cualquier área del Derecho. Pudo dedicarse al Derecho Constitucional, que la conquistó mientras fue monitora de la clase que dictaba Ciro Angarita en la Universidad de Los Andes. O al Derecho Financiero, que estudió en un posgrado de la Universidad del Rosario. Incluso, a la criminología, de la que se enamoró en sus años de estudiante. Pero las casualidades de la vida y un destacado promedio académico la llevaron al Derecho Corporativo.

 

En séptimo semestre, sus credenciales estudiantiles le dieron un pase directo al mundo de las firmas de abogados. Entró a Baker & McKenzie, donde estuvo dos años. Y al poco tiempo de graduarse, fue contactada por Enrique Gómez Pinzón, el fundador de la firma que ha sido su casa por más de 15 años.

 

Así empezó a construir su prestigio como asesora de grandes operaciones comerciales. Basta un vistazo a su perfil en Gómez-Pinzón Zuleta para hacerse una idea de sus logros profesionales.

 

Paula es socia de una de las firmas más importantes del país, donde ha asesorado fusiones y adquisiciones que le han valido importantes reconocimientos. En el 2004, la publicación Latin Lawyer la destacó como uno de los 20 principales abogados menores de 40 años en Colombia y, tres años después, la seleccionó como una de las abogadas líderes en la región. Ahora, Chambers & Partners la distinguió por su contribución al Derecho.

 

No solo por sus logros en el ejercicio profesional. Paula también fue premiada por su labor en un área que comienza a abrirse paso en el campo jurídico: el trabajo pro bono, derivado de la prestación de servicios legales gratuitos o sin expectativa de pago a personas o comunidades vulnerables.

 

Proyecto de vida

Paula resume su carrera profesional con un dibujo en una hoja de cuaderno, a la manera de esas gráficas que usan los economistas. “Al iniciar el pregrado, mis expectativas no eran muy altas, porque no tenía claro que lo mío era el Derecho. Lo único que sabía era mi interés por las humanidades”, cuenta.

 

Luego, dibuja la línea en ascenso, que representa el momento en que asumió la monitoría de la clase de Angarita. Y baja de nuevo, ilustrando su paso por las clases de Derecho Procesal, que le parecían áridas. En séptimo semestre, sus dudas sobre su afinidad con el Derecho persistían, pero retomó el rumbo gracias a las posibilidades de trabajo que abrió la Constitución de 1991.

 

Duró cuatro años en temas de fondos de inversión y, cuando empezó a pasar el entusiasmo, emprendió otra labor a la que hoy le dedica gran parte de su tiempo: la gestión humana.

 

Encargarse de la contratación de los abogados de Gómez-Pinzón Zuleta le dio otro respiro. De todas formas, ese no es el punto más alto del gráfico que trazó para ilustrar los altibajos de su carrera. La cima se ubica cuando se encontró con el trabajo pro bono. Fue allí donde su profesión se convirtió en un motivo de satisfacción personal.

 

Trabajo pro bono

El trabajo pro bono llegó a la vida de Paula Samper con una carta del Cyrus Vance Center for International Justice, una organización de la Barra de Abogados de Nueva York que busca que los abogados se comprometan en actividades que promuevan la justicia social, los derechos humanos y los valores democráticos.

 

El organismo la invitaba a participar en un congreso sobre el trabajo pro bono en el continente. Paula recuerda que sobre el trabajo pro bono solo sabía lo que Alejandro Linares, socio de Gómez-Pinzón, le había dicho unos meses antes, al proponerle que organizaran las actividades que realizaba la firma en esa materia.

 

Tras su participación en la conferencia, integró el comité que se encargaría de redactar la Declaración pro bono para el continente, que entró en vigencia en el 2008. El documento compromete a las firmas de abogados a aportar un mínimo de 20 horas o tres días de servicios legales pro bono por abogado.

 

Después de presentarla en un foro de la International Bar Association, Paula se dedicó a explicarles a los abogados de las firmas que tienen una deuda con la sociedad y que la posibilidad de ejercer la profesión de forma exitosa amerita una retribución. Así, consolidó la Fundación Pro Bono, que agrupa a 35 firmas y que, en tres años, ha atendido casi 400 casos. De ahí el reconocimiento otorgado por Chambers & Partners.

 

El pro bono, dice Paula, cambió su vida profesional. Para ella, ha sido satisfactorio encontrarse con un área de la profesión que reivindica la labor de los abogados. Ahora, el desafío es lograr que entiendan que el trabajo voluntario es un compromiso, que reporten las horas que le dedican a esa tarea y que reconozcan la importancia de respaldar económicamente las iniciativas que buscan hacer del Derecho un instrumento de cambio.

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