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Actualizado hace 6 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


Ausentes, pero vigentes

22 de Octubre de 2020

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Sylvia Ramírez Rueda

 

Conferenciante internacional de liderazgo y marca personal.

Autora de ‘Felicidad a prueba de oficinas’ (Planeta, 2017) y ‘Manifiesto de felicidad’ (Planeta, 2020).

@SylviaNetwork; www.sylviaramirez.com.co

 

En teoría, los servicios profesionales de un abogado se aprecian únicamente en función de la altura de sus conocimientos y de la solidez de sus principios éticos. Sin embargo, como sabemos, esa relación personal, especial, que se establece entre el cliente y su apoderado también hace parte de las cuentas mentales que cada cliente hace. La gente, en parte, está pagando por sentir que su abogado está ahí, por verlo.

 

En efecto, gran parte de la importancia que tiene la presencia del abogado en la vida de su representado se deriva de la seguridad que le ha transmitido al cliente mientras ha estado sentado del otro lado de su escritorio y al tiempo le ha explicado con detalle el sentido de una ley o el alcance de la cláusula de un contrato. El cliente es muy consciente de la diferencia que ha marcado la presencia física del abogado en la sala de audiencias o en el salón de juntas, y del respaldo que ha sentido mientras este caminaba a su lado a lo largo de los pasillos de un edificio intimidante: es decir, todo lo que no se ha podido hacer este año.

 

La ausencia que nos ha impuesto la pandemia ha hecho que muchos abogados se sientan amenazados: el riesgo de perder vigencia no solo es alto, sino que es creciente. Por supuesto, la zozobra es apenas natural: se sabe que, en el competido mundo de los servicios profesionales, al santo que no se ve, se le pierde la devoción.

 

En caso de que el jurista se sienta identificado en este contexto, debe saber, para empezar, que muchos colegas están experimentando exactamente lo mismo. Comparativamente, en este aspecto, su situación no es peor ni es mejor que la de otros. Al tiempo hay que tener en cuenta que este no es un escenario insalvable. Al contrario, hay mucho que se puede hacer. El confinamiento no tiene que significar el fin de la marca personal, así que invito al lector a continuar con la lectura y tomar en consideración tres ideas que le pueden ser de utilidad.

 

1. Sobrevivir a estos tiempos tan duros ya es bastante: no se mortifique si no consigue nuevos clientes a la velocidad de antes

 

Una contingencia global como la que estamos viviendo puede ser una oportunidad de crecimiento sin precedentes para algunos pocos, pero para la inmensa mayoría de abogados es un periodo de prueba durante el cual el desafío será mantenerse a flote. El éxito consistirá en ser capaz de conservar los clientes.

 

Si usted está en este segundo grupo, considere, por su tranquilidad mental, lo siguiente: en medio de un panorama tan incierto, las ganas de iniciar una relación profesional desde cero con un nuevo abogado son mínimas, casi nulas. Lo más probable es que su cliente no esté pensando en irse, pero le vendría bien tener nuevas razones para quedarse. Razones como sentirse importante, por ejemplo.

 

Si esta idea resuena en usted, enviar a quienes han contratado sus servicios un correo electrónico con tono amable, saludando, poniendo a cada uno al día con el estado actual de su caso y reiterándole que, no obstante estas circunstancias, usted y los miembros de su oficina se encuentran a tan solo una llamada de distancia, puede ser una movida estratégica. En estos tiempos, en los que cada persona que aparece en la pantalla del celular llama o escribe para pedir un favor o para vender algo, recibir de su parte un mensaje sincero, amistoso, desinteresado y de apoyo, además de ser refrescante, robustecerá la reputación de su marca personal.

 

2. Unos humanos que fungen como abogados (y no lo contrario)

 

Curiosamente, la clave para atravesar este desafío no es tanto el recorte indiscriminado de costos, como sí lo es, en cambio, la solidaridad y la inversión que las firmas hagan en su gente. En caso de que usted —con un esfuerzo razonable— pueda permitírselo, procure mantener su equipo de trabajo. Quienes hacen parte de su despacho se lo agradecerán, pero para su cliente, que también es un ser humano, el arrojo con el que usted atraviese esta crisis nunca será indiferente. El mensaje que enviará su firma manteniendo la plantilla de abogados (hasta donde sea posible) será una señal indiscutible de organización, de prestancia y de solidez.

 

3. El mejor momento para entrar a las redes sociales fue hace diez años, el segundo mejor momento es ahora

 

El proverbio oriental acerca de cuándo debería uno sembrar un árbol puede ser parafraseado para aplicarlo a este caso. Si todavía no se había animado a tener una identidad digital, este es un momento inmejorable. Particularmente en LinkedIn, que no solo es una plataforma gratuita, sino que es la red profesional más grande del mundo y resulta realmente sencilla de usar. Una vez dentro, anímese a participar en las conversaciones, comparta jurisprudencias, artículos, opiniones. Piense en esto: ante la ausencia de un estrado judicial en el cual exponer sus tesis o de un titular de prensa que hable de usted, figurar en esos escenarios virtuales es la nueva mejor forma de posicionarse como un experto en su campo.

 

Desde el punto de vista emocional y reputacional, su ausencia es el precio más alto del confinamiento, pero, como vemos, hay formas creativas de mantenerse dentro del juego sin arriesgar su credibilidad acudiendo a estrategias publicitarias extravagantes. En algunos casos, basta con que tanto sus clientes como los miembros de su equipo de trabajo (particularmente los abogados junior) sepan que usted está ahí, trabajando hombro a hombro con todos.

 

Si presta atención, puede que lo que estos tiempos estén exigiendo de usted no sea exactamente que se reinvente por completo, sino apenas que se conozca con algo más de profundidad, entre otras cosas, para que sea capaz de encontrar en su interior la fuerza que se necesita para atravesar la incertidumbre que caracteriza un episodio tan novedoso e inesperado. Por cierto, aunque buena parte de nuestra formación como abogados fue dedicada a desarrollar la habilidad de anticipar riesgos, quizás en esta parte del camino no tenga mucho sentido tratar de hacerlo. Puede que en este capítulo de la historia de su vida la mejor estrategia, tanto por activa como por pasiva, sea vivir un día a la vez, ayudando a hacer valer los derechos de los demás y pensando, en silencio, que lo mejor que se le pudo ocurrir en toda su vida fue haberse matriculado en su facultad de Derecho.

 

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