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Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector


¿Es tiempo de litigantes?

07 de Mayo de 2020

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Nota:
45306

Andrés Espinosa Pulecio

Socio de Espinosa Olarte Abogados

aespinosa@espinosaolarte.com

 

Pronto, saldremos a enfrentar una realidad agridulce. Por una parte, la euforia del regreso, el ánimo de reconstruir producto de la adrenalina que nos generará “volver”. Pero, de otro lado, llegará la realidad sin anestesia: miles de contratos y obligaciones no cumplidas, pospuestas, dejadas de pagar, y tribunales civiles y administrativos de todo el país, ya de por si colapsados, tendrán que enfrentar esta avalancha de nuevos procesos, con los mermados presupuestos del Estado para el próximo año y con la acumulación que genera la larga suspensión de términos a la que esta situación nos ha obligado.

 

La discusión jurídica o el centro del litigio es clara. De hecho, ha sido objeto de innumerables foros virtuales que se han realizado en estas épocas de confinamiento. Opiniones tenemos de todas partes: académicos, doctrinantes, magistrados, litigantes, abogados corporativos y los más importantes exponentes de las distintas especialidades del Derecho discuten sobre la fuerza mayor, el caso fortuito, la exoneración de la responsabilidad, la imprevisión, la irresistibilidad, el hecho justificativo, la causa extraña, el “hecho del príncipe” y el hecho notorio, etc. Habrá hasta quienes quieran llamar en garantía a la República Popular China…

 

Está claro también que el éxito procesal dependerá de un análisis juicioso y profesional de cada caso concreto, de cada una de sus variables, de cómo estas encuadran en las normas y de la veracidad de las circunstancias que lo rodean. De dicho examen se deriva una responsabilidad profesional y ética del abogado, quien deberá determinar qué casos pueden ser objeto de solución alternativa, cuáles arbitrales, cuáles jurisdiccionales y cuáles, al ser inviables técnicamente, merecen la desactivación del conflicto y la búsqueda de soluciones creativas que salvaguarden los intereses del cliente. 

 

Se requiere que los litigantes no se limiten a elaborar cientos de demandas, sino que asesoren con rigurosidad, técnica y profesionalismo a sus clientes frente a las diversas vías de solución que cada una de las circunstancias requieran. Es el momento de ser ortodoxos, pero creativos, técnicos, pero hábiles en la búsqueda de soluciones. Las circunstancias en algunos casos nos llevarán, incluso, a ir en contra del instinto de iniciar la acción judicial y recomendar alternativas que desactiven el curso de colisión que exista entre las partes. Llevar cientos de casos a los estrados no tiene sentido. Ahora, más que nunca, debe ser el pleito la ultima ratio, la mentalidad netamente litigiosa solo contribuirá a colapsar el sistema y generará un aumento en la tensión social, lo que, sin duda, existirá en el posconfinamiento.

 

Pero en el mundo estamos, y debemos ser realistas. Por más esfuerzos que haga el abogado encaminados a desactivar el litigio y a encontrar soluciones creativas, balanceadas y justas para sus clientes, habrá muchos casos en los que el asunto en litigio termine, y de ahí la necesidad de analizar un aspecto que enfrentarán en la práctica los litigantes y abogados en general: ¿cómo tasar honorarios a los clientes que están enfrentando el conflicto y que, en muchos casos, al mismo tiempo, están lidiando una crisis económica?

 

La respuesta es entender que llegó la hora de la solidaridad a través del uso de la figura de la cuota litis o del bono de éxito. A los abogados nunca nos ha gustado mucho esta figura, nuestro trabajo debe ser diligente, ético, profundo, profesional, técnico y serio, y no se debe atar al resultado, porque su objeto final no depende enteramente de nuestra gestión, pero esta será una eficaz manera de contribuir a aminorar la carga de nuestros clientes.

 

Aprovechando que entramos al análisis de cómo el gremio de los abogados puede contribuir al país y a la sociedad en medio de este nuevo panorama que enfrentamos, menciono otro concepto para que sea objeto de la reflexión individual, que, en Colombia, se usa, pero muy poco, y que no resulta ser el más popular entre las firmas medianas y pequeñas: el trabajo “pro bono”. Hay que pensar en esta alternativa, en aquellos casos en los que el cliente lo amerite y el flujo de trabajo y la caja de las firmas lo permitan. 

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