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Actualizado hace 9 minutos | ISSN: 2805-6396

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Especiales / Informe


Empezar por liderarse a sí mismo

26 de Septiembre de 2022

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Empezar por liderarse a sí mismo

Sylvia Ramírez Rueda

Abogada, MD en Derecho Administrativo. Conferenciante internacional de liderazgo y marca personal. Autora de ‘Felicidad a prueba de oficinas’ (Planeta, 2017) y ‘Manifiesto de Felicidad’ (Planeta, 2020). @SylviaNetwork; www.sylviaramirez.com.co

 

La abogacía es una forma de ser antes que una profesión. Por eso, conviene que los profesionales del Derecho se piensen a sí mismos como líderes, incluso si su día a día transcurre a solas en un estudio minúsculo, trabajando por cuenta propia, sin gente a cargo.

 

La razón detrás de esta manera de interpretar la vida de los abogados es sencilla: si uno decidió vivir de representar los intereses de otras personas, no puede caberle la menor duda del rol de líder que está desempeñando. Y, en ese orden de ideas, algo que hay que tener en cuenta es que la primera manifestación de liderazgo que un ser humano debe tener ha de ser en relación consigo mismo. No se trata de una obligación, desde luego. Eso sí, se trata de una actitud que puede facilitarle muchas cosas en su carrera y que puede comenzar a implementarse, por ejemplo, a partir de estas dos herramientas:

 

(i) Reivindique la soberanía sobre su vida

 

Haber firmado un contrato de trabajo o haber aceptado un poder no es lo mismo que haber hipotecado su vida. Usted sigue siendo suyo y, por lo tanto, una muy buena idea puede ser empezar a tomar decisiones más funcionales sobre el uso de su energía, de su atención y de su tiempo.

 

Note una cosa: el cliente intransigente, la justicia lenta, el jefe implacable, el colega camorrista, todas esas son entidades inevitables en la vida de cualquier abogado y, sin embargo, ninguno de esos desafíos tiene por qué determinar sus posibilidades de ser feliz.

 

Saber que se trata de entidades inevitables, de entrada, significa que no tiene sentido forcejear con ellas. Tampoco lo tendría hacer como si no existieran. Al contrario (y en eso es que consiste esta primera invitación), la propuesta concreta es que usted, en lugar de huirles o de quejarse, establezca un catálogo personal de normas que le permita delimitar cuánto de su tiempo, de su energía o de su atención va a invertir en eso que le agobia tanto.

 

En concreto, la idea es que usted recupere una parte del control sobre su vida organizando sus horarios y comprometiéndose a enfocar su atención deliberadamente, con un propósito.

 

La descripción de esta primera propuesta puede parecer algo extraña. Se trata de lo siguiente: empiece por definir entre qué hora y qué hora se va a permitir sufrir por, digamos, el colega envidioso. Para ponerlo en términos muy sencillos, empiece por comprometerse con usted mismo a que los problemas profesionales se quedan en la oficina y no se llevan a la casa.

 

El consejo puede parecer absurdo, necio, incluso infantil (por lo obvio), pero no por eso es menos efectivo: disponga entre qué hora y qué hora se va a permitir agonizar por ese colega y, llegada la hora límite, asuma el compromiso de enfocar el 100 % de su atención bien sea en su familia, en su posgrado, en su deporte favorito o en lo que mejor le parezca, menos en esa persona o en esa circunstancia indeseada. Haga las cuentas: ¿para qué malgastar sus horas en algo que usted no tiene cómo cambiar y frente a lo cual lo único que realmente puede hacer es calibrar su actitud? Suena estrambótico, pero en ocasiones hasta para sentir hay que darse normas, porque, como sabemos, las normas, cuando están bien formuladas, dan libertad.

 

(ii) Deténgase por completo de vez en cuando (no se cambia la llanta de un carro con el carro andando)

 

Los memoriales no van a escribirse solos y los nuevos clientes no van a llegar por arte de magia a su oficina: nos consta que gran parte del éxito en la carrera de un profesional del Derecho depende de su disposición a remangarse. Y, sin embargo, a veces hay que atreverse a parar por completo.

 

En tiempos como estos, en los que muchos –en secreto– nos sentimos perdidos de vez en cuando, en los que varios vivimos agotados y la concentración parece estar haciéndose cada vez más esquiva, la quietud puede ser el camino hacia las respuestas que estamos buscando.

 

Como es de suponerse, este segundo punto se refiere a una quietud seria. Para esto no basta con dejar de almorzar sobre el teclado del computador o salir a dar una vuelta a la manzana a mediodía. Procure desconectarse totalmente uno o dos días a la semana. Concédase unos días de vacaciones de vez en cuando (ojalá sin revisar el correo). Suena como algo de sentido común, pero, lamentablemente, todavía no es una práctica usual y, por eso, a estas alturas de la vida, todavía alguien tiene que insinuarlo.

 

Si la sola idea de parar lo hace sentir culpable, entonces véalo de este modo: hay sentimientos que son definitivos a largo plazo en la vida de un abogado, como la fe, la valentía, la claridad o la gratitud, y esos estados difícilmente pueden alcanzarse en medio de la turbulencia que se vive durante la puja cotidiana entre la ambición profesional y la sensación de no estar haciendo lo suficiente.

 

Piénselo despacio y considere esta propuesta: a veces la inacción (la quietud) completa es el medio para que, por fin, se manifieste la creatividad que tanto estamos necesitando.

 

Terminando por el principio, recuerde que la primera manifestación de liderazgo que un ser humano debe tener en la vida ha de ser en relación consigo mismo. Por eso, siempre que pueda, tome la iniciativa: no espere a que el cliente le pregunte en qué va el proceso; defina la estrategia jurídica desde el principio y no un día antes de que se venza el término.

 

En general, no espere a que las personas o las circunstancias le digan qué hacer. Al contrario, conviértase en un maestro a la hora de gestionar su propio talento y, sin llegar al extremo de anticiparse innecesariamente, diseñe un abanico de estrategias para los asuntos que se ofrecen más a menudo en su cotidianidad.

 

Por último, tenga siempre presente que en condiciones normales nadie gana 18 kilos en una noche, así que puede que lo más astuto sea atender los problemas cuando todavía son pequeños. Anímese a poner a prueba estas propuestas y descubrirá (con una sonrisa) que su felicidad cada vez se va sintiendo más como una decisión y ya no tanto como un golpe de suerte.

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