24 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

‘In memoriam’: Peter Gabel (1947-2022) o sobre la importancia del “amor” en el Derecho

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Diego Eduardo López Medina

Profesor Facultad de Derecho Universidad de los Andes

diegolopezmedina@hotmail.com

A finales de febrero del 2020 asistí a una conferencia en la Universidad de Princeton sobre la historia intelectual y la influencia del movimiento de los Critical Legal Studies.  Mientras estaba en Princeton, el mundo se cerraba alarmado por los embates del covid-19 y discutíamos, no solo el tema que nos convocaba, sino cómo retornaríamos a nuestras casas y cómo habríamos de encarar esta emergencia global de salud que amenazaba nuestras propias vidas y las de nuestros seres más próximos. En la conferencia, Peter Gabel, uno de los crits originales, me regaló un libro de portada azul. Debo confesar que lo miré inicialmente con cierta extrañeza, porque el título (The Desire for Mutual Recognition) no me era fácil de descifrar: no podía ubicarlo dentro de las categorías tradicionales de ciencia social o jurídica con las que estaba familiarizado. Un libro más que me regalan en una conferencia pensé, y lo guardé en mi maleta.

De regreso a Colombia, luego de mil dificultades marcadas por la profunda ansiedad de una pandemia aún indescifrable, reconocí que mi propia vida enfrentaba una crisis fundamental, una tormenta perfecta que me acechaba en muchos frentes. En esos días oscuros tomé con desgano el libro que, poco a poco, empezó a “impregnarme”. Con más tiempo en mis manos, leía un poco y salía a meditar sobre lo que leía. Puedo decir que terminé estudiando el libro de una forma “sentida” y “emocional”, como el mismo Peter lo recomienda, y ello me ayudó, creo, a sentir en mi ser (y no tanto a “entender”) algunas de sus visiones más desafiantes.

Como profesor y como persona, finalmente, el libro me impulsaba a reconsiderar mi quehacer, mi profesión, pero, más aún, mi vocación. Siempre había sentido la necesidad de “animar” (insuflar “alma” o “espíritu”) a mis estudiantes para que hicieran “algo más” con “el Derecho”, que fueran más allá de meramente ganarse la vida con la abogacía, pero mis esfuerzos estaban encuadrados (¿encerrados?) en el potencial impacto que yo (y muchos de mi generación) atribuíamos a discursos y prácticas dentro de las materias que enseñaba (derecho constitucional y teoría jurídica). Pero la enseñanza de esos contenidos no asegura, por ellos mismos, que los abogados fuésemos genuinamente actores en la construcción de un mundo social más amoroso, ecuánime y justo.

De hecho, me parecía que estaba pasando todo lo contrario: a pesar de toda la retórica “humanizante” que recubre los “principios” en derecho constitucional, ese campo disciplinar también podía cubrirse con todas las rigideces y falsedades de un Derecho crudamente practicado desde el puro egoísmo y ambición personales, desde el distanciamiento y la alienación. El libro de Peter me ayudó a entender que lo que importaba no era tanto los contenidos o los propósitos del “activismo socio-jurídico”, sino el tono y el color psico-emocional que “el movimiento” podía generar y mantener entre los seres humanos.

Ello me llevó también a considerar con más cuidado las tareas de mantener espacios psico-emocionales abiertos y cálidos en la facultad donde trabajo, en las clases que doy y en las organizaciones con las que colaboro (donde viejas amistades estaban revelando una intensa fatiga y desencanto que nos estaba llevando al repliegue individualista en nuestros propios caparazones). La conclusión central de todo el libro de Peter es quizás esa: la revolución humana está en mantener el “movimiento” de la conexión humana; el “movimiento” (en la educación, en el Derecho, etc.) no logra nada valioso si no es capaz de mantener el tono emocional de conexión (o de “reconocimiento mutuo” o de “amor”). El movimiento no puede reducirse a establecer los derechos jurídicos formales de alguien (objetivo noble, pero secundario), sino a abrir el corazón, el encuentro y la presencia en la que la posibilidad de materializar un mundo mejor se hace creíble y posible a pesar de las múltiples ocasiones en que hemos sufridos desengaños y derrotas en nuestra voluntad de lograr el cambio social.

El libro de Peter Gabel, en suma, “reanimó” intensamente, junto con muchas otras personas y actividades, mi deseo de vivir, de conectarme con el universo social y familiar en el que, por primera vez en mi vida, me sentía tan perdido y desorientado: el libro y su lectura “meditativa” me ayudaron a acompañarme, con mayor ternura, en la profunda noche del alma. Así que esa traducción es en agradecimiento para Peter, quien, sin saberlo, me dio la mano y me acompañó en un momento definitivo.

¿Qué es el amor? El siquiatra M. Scott Peck lo define así: “la voluntad de extender el propio yo para favorecer el crecimiento espiritual de uno mismo o el de otras personas”. Este objetivo parece extraño al Derecho y a sus luchas, pero Gabel nos enseñó que no tenía que ser necesariamente así.

Pero el tiempo es implacable y Peter no llegó a tener en sus manos la edición española de su libro que lanzaremos pronto, en coedición de Uniandes y Siglo del Hombre. De forma más bien inesperada, Peter se fue de nuestro lado el pasado 25 de octubre, a la edad de 75 años.

Me duele mucho no haberte podido llevar el libro a tu casa, amigo. Sé que lo estabas esperando. Pero aquí van estas palabras de agradecimiento genuino por haberme dado la mano cuando más lo necesité. Y también aquí va la predicción amorosa de que tu libro impactará en muchos lectores(as) que también están en su propia búsqueda personal de conjugar el Derecho con el movimiento más profundo del amor.

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