Reforma tributaria 2.0
Juan Camilo Serrano Valenzuela
Abogado y asesor tributario
Se viene una nueva reforma tributaria, con objetivos ambiguos, pues las declaraciones de las autoridades resultan contradictorias y confusas, sin mencionar las acciones de funcionarios que generan desconfianza e incertidumbre.
En efecto, ha indicado el Ministro de Hacienda que se trata de modificaciones que tienen por fin la reactivación económica, la reducción de tarifas nominales para las empresas, la eliminación de beneficios para ser reemplazados por incentivos a la producción nacional, así como a algunos sectores económicos que tienen la virtud de impulsar con gran dinámica la economía, como la construcción, el turismo o la generación de energías limpias, aparentemente sin generar nuevos impuestos a las personas naturales que ya están saturadas de las cargas tributarias que en cada reforma les imponen a quienes no cuentan con capacidad de cabildeo del que gozan otros sectores.
Pensar en disminuir la tarifa nominal de renta para las empresas es una buena idea, siempre que la reducción de ingresos sea reemplazada por mayores recaudos originados en el crecimiento económico, que no será posible sin incrementos en la inversión por el sector privado, que requiere, como elemento fundamental, la confianza.
Estimular la producción nacional y su consumo es también una buena idea, siempre que no se violen las normas sobre libre competencia y las relativas a los convenios internacionales; de igual forma mantener la ya muy gravosa tributación de las personas físicas, sin más incrementos, es un prometedor objetivo del ministro Bonilla.
Parecen, eso sí, anuncios de un país y un Gobierno distinto al que actualmente tenemos, pero no hay más remedio que creer, confiar y ser optimistas frente a los verdaderos objetivos de los anuncios.
Es relevante, entonces, pensar en la necesidad de recuperar los ingresos calenturientamente calculados por el Gobierno en materia tributaria, con incomprensibles cálculos de recuperación de ingresos por la fallida ley de arbitramento tributario, cuyos cálculos más parecían realizados por los legendarios Hermanos Grimm, o las fallidas normas originadas en los caprichos legislativos, según calificación de las cortes, o la prohibición de deducibilidad de las regalías, sin el sustento técnico y el rigor propio de la justicia tributaria exigidos por la norma constitucional.
Nos encontramos ante una contradictoria realidad que impone la intención de reactivar la economía con incentivos y rebajas, y la necesidad de recuperar ingresos perdidos por la falta de rigor legislativo y los sueños e ilusiones de la lechera, aquella de la legendaria fábula infantil.
Esperanzadores los anuncios, sobre todo si el Gobierno insiste en la retórica del diálogo y la concertación con diversos sectores, no solo en materia tributaria, como si esta, la concertación y los acuerdos, a estas alturas, tuvieran la capacidad de tranquilizar los mercados o a los ciudadanos que generan productividad económica.
Se enfrenta el Gobierno Nacional a un gran reto, pues debe convencer a los diversos sectores que su disposición de concertar es cierta, aun con los antecedentes que han mostrado que los acuerdos en los despachos gubernamentales no se reflejan en sus posiciones posteriores, como observamos en la concertación con los partidos de Gobierno de entonces, de la fallida reforma a la salud, o los acuerdos logrados en la también fallida reforma a la educación, hundidas por no corresponder a los caprichos del Ejecutivo, que terminaron en un monumental “conejo” a los interlocutores.
Al final, las opiniones de sectores distintos al Gobierno son desechadas, por no corresponder a las convicciones ideológicas, no se aceptan argumentos y, consecuentemente, se descartan acuerdos, aun después de discusiones y acuerdos con funcionarios de segundo o tercer nivel, aunque gocen del salario y la dignidad de ministros de Estado, cuyas opiniones al final no importan. Luego, ¿qué hace de este proceso algo distinto?
Bien sugería Martin Luther King, que solo escuchando opiniones y verdades de quienes opinan diferente se logran resultados que benefician las comunidades y no solo a una parte de ellas.
Del escuchar procede la sabiduría y del hablar el arrepentimiento, reza un proverbio italiano, que bien valdría poner en práctica si en verdad se pretende concertar.
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