¿Nuestro sistema tributario nos empobrece?
Omar Fernando Arias Reinoso
PhD en Economía Aplicada
Universidad de La Sabana
El pasado 8 de agosto, se presentó una nueva reforma fiscal en Colombia. Hemos tenido, en promedio, una reforma fiscal anual desde 1990. La frecuencia de estas reformas es un síntoma de la dificultad de los gobiernos para financiar su creciente gasto público. Además, la insatisfacción popular muestra que la política fiscal no está mejorando la distribución del ingreso. Esta insatisfacción ha generado conflicto y dificulta nuestro crecimiento. ¿Qué hacer? La pregunta es compleja y no tiene una única respuesta, pero podemos aproximarnos a su respuesta comparando nuestro sistema tributario con el de los países desarrollados. Tal vez, esos países encontraron una ruta, y podemos considerarla.
Impuestos, como su nombre lo indica, son una imposición del Estado. Son impopulares, porque no elegimos pagarlos, estamos obligados a hacerlo. Como decía J. B. Colbert, ministro de Luis XIV, la política fiscal es el arte de arrancarle plumas a un ganso generándole el menor dolor posible. Este dolor para un país significa pérdida de eficiencia, porque la gente reorganiza su gasto de acuerdo a la estructura tributaria. Se supone que esta pérdida será compensada por el gasto público. No es nuestro caso. El gasto público en Latinoamérica es uno de los más ineficientes del mundo. Pero dejemos de lado el gasto, y comparemos nuestra estructura tributaria con la de los países desarrollados para entender qué estamos haciendo diferente. Utilizaremos las estadísticas tributarias del 2022 de la Ocde, el BID y la Cepal.
El IVA es la principal fuente de ingresos del Estado colombiano representando, aproximadamente, el 30 % del recaudo. Este impuesto tiene una tarifa plana, o sea todos pagamos lo mismo. Sin embargo, el pago efectivo, que es la relación entre el monto pagado y el ingreso del contribuyente, es más alta para los pobres que para los ricos. Por tanto, los pobres sostienen la mayor carga tributaria en Colombia. De ahí la enorme insatisfacción social. Este no es el caso de los países desarrollados. Primero, el IVA no es su principal impuesto, solo representa el 20 % de su recaudo, porque su estructura tributaria está más diversificada; segundo, estos países tienen menor desigualdad, por tanto, la carga se distribuye de manera más equitativa.
La segunda fuente de recursos es el impuesto a la renta. Este se divide en dos tipos de persona: natural y jurídica. Impuesto a personas jurídicas lo pagan las empresas, y las naturales pagan el resto que cumple un cierto nivel de ingreso. El recaudo en renta a personas naturales en Colombia es del 7 % mientras que, en la Ocde, es del 23 %. Esto se explica por las exenciones, la evasión y la elusión, las cuales reducen la capacidad redistributiva de nuestro sistema tributario. Por el contrario, el recaudo en renta a personas jurídicas en Colombia es del 25 %, mientras que en la Ocde es del 10 %. Esto desincentiva la creación de nuevas empresas y limita sus posibilidades de crecimiento, por eso proliferan pequeñas y medianas empresas con bajos niveles de productividad que le generan poco crecimiento al país.
La tercera fuente de ingresos son los impuestos a los factores. Las cotizaciones a la seguridad social en Colombia representan el 10 % del recaudo, muy por debajo del 26 % de la Ocde, y dependen fuertemente del impuesto al trabajo por encima de servicios al capital. Estos impuestos, también llamados parafiscales, incentivan la informalidad laboral y reducen la formación de capital humano, lo cual empeora la distribución del ingreso. Finalmente, la ineficiencia de nuestro sistema catastral reduce sustancialmente el recaudo por impuesto predial, induciendo a las personas a la acumulación improductiva de propiedad, lo que empeora la distribución de la riqueza. Así, nuestra estructura tributaria aumenta la desigualdad (de ingreso y riqueza) y mina las posibilidades de crecimiento económico.
La gente responde a incentivos. La estructura de impuestos es una estructura de incentivos. Los países desarrollados incentivan el crecimiento recaudando menos de las personas jurídicas que de las personas naturales, reduciendo la desigualdad de ingreso e incentivando el empleo formal mediante un menor recaudo de las rentas de trabajo relativo a las rentas especulativas del capital, diversificando su base tributaria y, finalmente, reduciendo la desigualdad en la riqueza mediante impuestos eficientes a la propiedad. Nuestra estructura tributaria está al revés, y logra exactamente lo contrario. Volviendo a la pregunta que titula esta columna, la respuesta es sí, nuestro sistema tributario nos está empobreciendo.
Opina, Comenta