29 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 4 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


Crónica de una evasión anunciada

29 de Noviembre de 2024

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Camilo Nova

Camilo Nova Florez

Director de Estrategia y Auditoría de B2B Abogados

En enero del 2023, un informe de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) registro que, en Colombia, a esa fecha existían un total de 83.160 personas inscritas en el Régimen Simple de tributación, de las cuales 46.227, o sea, más de la mitad, corresponden a personas jurídicas legalmente constituidas en Colombia que, por las condiciones que se establecen para entrar a este régimen, se supone que son empresas de pequeños y medianos ingresos.

Las cifras, como siempre, son importantes para conocer la dimensión de algo. Sin embargo, estas no han sido tenidas en cuenta en la reciente propuesta de reforma tributaria. Pareciera que el Régimen Simple de tributación ha significado un problema históricamente en Colombia, pues muchas han sido las ocasiones en las que se ha relacionado su eliminación con una mejora en materia de recaudo fiscal, pero, ¿por qué se supone que esto es algo positivo o negativo para el país?

Empecemos por entender que quienes optan por pertenecer a este régimen, naturalmente, pueden ser personas que por su actividad económica sufren problemas de caja y que, a la larga, su pago de impuestos se convierte en un dolor de cabeza. Así, hacer parte de este régimen significa muchas ventajas para el empresario o profesional. Pero detengámonos, inicialmente, en entender el umbral para continuar siendo parte del régimen, pues este aún es bastante alto, y parecen cifras difíciles de alcanzar para una empresa en crecimiento o para un profesional liberal, que termina siendo el sustento de toda una familia. Para estos últimos, una de las grandes bondades es poder controlar sus ingresos para que su tributación se simplifique.

Diferencias

El Régimen Simple se basa en una estructura fácil de entender, por lo cual, en su gran mayoría, se puede tener autonomía de declaración o, por lo menos, de su cálculo, tal como se hace en los países más desarrollados, en los que cada ciudadano se encarga de realizar su declaración sin la necesidad de otro profesional que lo asista, como sucede en el Régimen Común, en donde se pueden aplicar deducciones, descuentos, depreciaciones y otras operaciones que terminan siendo un completo desafío, cuya tarea, además de ser engorrosa por naturaleza, se complica.

La cultura tributaria jamás ha sido una característica de la población colombiana. He tenido la oportunidad de conversar con varios empresarios y profesionales al respecto, quienes, en su gran mayoría, concuerdan en que entender el Régimen Común de tributación es demasiado complejo y en que, por lo menos una vez, han evadido o pensado en evadirlo con base en esa justificación, pues ya es bastante difícil pensar en la gran cantidad de tiempo que puede significar hacer una declaración con sus miles de condiciones y, además, tener que entender que aunque las normas tributarias son casi tan antiguas como la misma Constitución Política, sus altas cortes mantienen en desacuerdo constante frente a su interpretación.

Y todo genera más y más costos, pues, además de un contador, es necesario contar con un profesional jurídico especialista en materia tributaria, no para una asesoría buscando una estrategia u optimización, sino tratando de entender cómo un pronunciamiento de alguna corte puede o no afectarlo, sin contar las implicaciones que puede tener en una liquidación de renta cualquier concepto que se expida desde la oficina de doctrina jurídica de la Dian.

Intereses

¿Pero ahora cuál es el interés en que el régimen más amable para pagar impuestos se termine en Colombia?

Se supone que, a grandes rasgos, los pensadores del país han considerado que este régimen no ha cumplido con el objetivo que buscaba en un principio. Recordemos que este se había planteado en promover la formalización empresarial en Colombia. ¿Recuerdan las cifras del comienzo? Mas de 46.000 empresas han ingresado a la formalización por medio de este régimen. Entonces, ¿qué cifras eran las que se esperaban? Entendamos que no todas las empresas que recién se constituyen ingresan al Régimen Simple. Hay cientos de empresas que aún no alcanzan ni el 10 % de los ingresos permitidos para el umbral. En ese sentido, me pregunto si la Dian ha analizado cuántas empresas se registran en el Régimen Común y si comparan su declaración de renta para identificar que, definitivamente, la exposición de motivos no tiene sentido en relación con las cifras.

Aunque es difícil encontrar una cifra real de cuántas empresas hay en Colombia, varias fuentes concuerdan que, para el 2023, superaban por poco 1.300.000, pero la cifra realmente impresionante es que más del 80 % corresponden a micro y medianas empresas, que son los tipos de empresas que más ofrecen empleo y crecimiento económico en Colombia. Así, es ridículo pensar que la creación de este régimen no obtuvo los resultados esperados.

Aumento de tributación

La eliminación del Régimen Simple de tributación desdibuja los intereses de la nación en prestar apoyo a la creación de empresas dentro del país. Contrario a cualquier argumento objetivo, la única razón que puedo encontrar para esta absurda propuesta corresponde a la astucia del Gobierno para incrementar de manera indirecta la carga tributaria.

El Régimen Simple supone un cálculo directo de la tasa de contribución sobre los ingresos totales de la empresa o persona natural de manera anual y que se liquida por anticipos bimensuales. Por su parte, el régimen contributivo supone una tasa más alta a una base aparentemente más baja. A simple vista, podría pensarse que el cambio es mínimo, pero un análisis arroja diferencias notorias.

Lo primero es entender que ante la Dian no todo costo es deducible de renta y, para el caso de las personas naturales, es muy difícil demostrarle a la Dian que el gasto en el que se incurre corresponde a la actividad productora de renta, pues ya es bien sabido la posición con la que cuenta la entidad y que, de manera reiterada, desconoce a los contribuyentes. Entonces, aquellas empresas cuyo negocio haya evolucionado en el tiempo con la finalidad de conseguir una mejor utilidad terminará incrementando no solo el porcentaje de renta, sino también su operatividad en si resultara afectada.

¿Es acaso esto una guerra declarada contra el crecimiento económico en Colombia? Sin lugar a duda, las grietas en materia económica que puede dejar está equivocada decisión van a ser rellenadas por la ya conocida y errada costumbre de evasión que ha resultado ser la alternativa de aquellos que impulsan la economía, pero cargan con el duro peso de la tributación en un país que lucha por disminuir sus índices de corrupción.

Principios

¿Y qué hay de los principios del tributo? La economía colombiana es tan impredecible que, incluso, se podrían contemplar alternativas para tener más de dos regímenes de tributación. Así, es necesario que se tenga en cuenta que, además de ser responsables tributariamente, se tiene la obligación de contribuir de manera responsable al sistema integral de seguridad social, que, aunque es otro mundo completamente distinto, termina siendo una base fundamental de las finanzas de cualquier contribuyente.

Las alternativas deben girar en torno a los principios colombianos del Derecho que son base fundamental de todo este andamiaje llamado tributación.

Esencialmente, hay que tener en cuenta los principios de eficiencia y equidad, que, a mi parecer, se esfuman de los intereses de la reforma con dicha decisión.

Eficiencia. Entiendo que este principio busca que se logre la mayor cantidad de recaudo posible. Casi que de forma premonitoria eliminar este régimen generará el efecto contrario, pues semejante cambio no significa otra cosa que un obstáculo adicional que sortear en la vida útil de los negocios o actividades generadoras de renta.

Equidad. Se supone que el Gobierno debe crear políticas encaminadas a que el sistema fiscal sea equilibrado y que tenga en cuenta en su actuar a todos los tipos de contribuyentes contemplados para que sean tratados en las mismas circunstancias. Eliminar un régimen que naturalmente está hecho para simplificar la contribución de una parte de la población que mueve el mercado y, además, genera flujo financiero importante en varios sectores de la economía y compararlo a los gigantes que se miden no solamente por su capacidad contributiva, sino operativa, es, a todas luces, un desacierto.

Eliminar el Régimen Simple de tributación podría ser el inicio de la gran caída fiscal y financiera, lo cual generaría una pérdida importante no solo para el Estado, sino también para la economía de todos los contribuyentes.

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