Justicia a golpe de espada
José Wilmar Patiño Ballesteros
A la gran expectativa que hubo por la versión sobre Napoleón de Ridley Scott, para muchos una oportunidad perdida, se contrapone una película suya del 2021 que no tuvo repercusión en taquilla, pero sí muy buenos comentarios por su puesta en escena y por proponer un tema actual ambientado en la época medieval, El último duelo (2021).
Este es un director acostumbrado a la épica, ya sea histórica (Gladiador o Cruzada) o de ciencia ficción (Blade Runner o Alien), pero no ha sido ajeno a cierta visión feminista en producciones como G. I. Jane o Thelma y Louise.
En un filme ambientado en el Medioevo parece difícil contextualizar cualquier tema contemporáneo, especialmente si el relato trata sobre dos caballeros franceses que se retan a muerte por una mujer.
Precisamente en este pulso es que el guion aprovecha para hablar de la cultura de la violación como disparador de una lucha por el honor antes que por la verdad, mucho menos como un resarcimiento para la víctima.
Jean de Carrouges, vale mencionar que estamos hablando de una historia real, es un caballero francés fiel a su rey, que lucha en las guerras que le ordenan, un mercenario con una idea del honor tan rígida que lo hace sentirse superior, pero a la vez se siente poco reconocido; su amigo Jacques LeGris tiene más suerte, es el consentido del conde y recibe encargos y tierras solo por compartir el hedonismo de su corte. Y Marguerite, esposa de Jean, es apenas una joven recién casada que ha sido negociada para mejorar la posición del hombre que recibe la dote, una moneda de cambio.
Pero lo que sería un matrimonio tradicional y tranquilo en la Francia de la Edad Media se trunca por la violación que padece Marguerite.
Se trata de un relato con tres versiones sobre el mismo hecho: Jean siente que ha sido mancillado su honor, Jacques está seguro que fue amor y sexo consentido y Marguerite nunca dejará de afirmar que fue violada.
¿Fue un abuso sexual o la mujer sedujo al caballero? ¿Sintió placer y por eso quedó embarazada, como lo afirmaba la ‘ciencia’ de la época? ¿Cómo recuperar el honor perdido? Esto lo definirá un tribunal eclesiástico con la presencia de un rey más interesado en lo truculento que en la justicia.
Las formas del juicio en una época oscura para cualquier derecho y totalmente patriarcal son una incómoda evidencia cuando se nota que algún sedimento de eso continúa en los procesos actuales, pero, sobre todo, queda en el aire la pregunta, guardadas las distancias, ¿para quién es la justicia?
El rey Carlos VI decide que la verdad se definirá con un duelo, si gana el marido su honor caballeresco será restablecido, pero si pierde, la esposa será castigada en la hoguera por sus falsas acusaciones.
Y es que en el juicio por combate se creía que quien ganara el duelo obtenía la razón de Dios, aunque a este tipo de justicia solo tenían acceso los caballeros.
Parece una sencilla historia de la injusticia en esos tiempos, pero cuando el espectador ve los mismos hechos según las versiones de los tres protagonistas, una clara referencia a Kurosawa, es un recordatorio de cómo la verdad es más compleja que nuestros sesgos.
Clérigos juzgando a una mujer, la revictimización, los debates sobre qué es el placer y la tentación, la soledad de la víctima y la publicidad del juicio son ecos del pasado que cualquier espectador puede escuchar en la actualidad, y en eso reside la calidad de este filme, en evidenciar que una justicia de hombres solo sirve para reafirmar sus ideas de lo que es justo. La sola discusión sobre si se siente placer en la violación resuena en la actualidad de víctimas que aún se sorprenden cuando se les interroga sobre su vestimenta cuando fueron atacadas.
El 29 de diciembre de 1386 los franceses asistieron al último juicio por combate de la historia y el honor de un hombre fue restablecido, pero el de una mujer no.
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