22 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 11 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Doxa y Logos

El Derecho y su control del tiempo: sobre las reparaciones de la esclavitud

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Jorge González Jácome
Profesor asociado de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes

¿Cómo se forman nuestras ideas sobre el futuro, sobre lo que podemos esperar de los tiempos por venir? El Derecho es uno de los lugares desde donde se moldean esas expectativas sobre el futuro, puesto que conecta el pasado, el presente y el futuro, estableciendo reglas de diferentes tipos que nos indican el tipo de actuaciones del pasado que pueden ser traducidas a un lenguaje particular que activará un aparato judicial que nos traerá justicia en el futuro. El Derecho moldea el presente, nuestra existencia actual, diciéndonos qué actos del pasado pueden entrar en su maquinaria y qué tipo de justicia podemos esperar de su funcionamiento. En suma, el Derecho construye una temporalidad.

Desde una perspectiva clásica, las reglas sobre caducidad o prescripción manejan esta temporalidad explícitamente. Hay pasados que solo son pasados, que ya no pueden levantarse en el presente y que ya no pueden entrar a un aparato judicial para obtener una reparación futura. Las acciones caducan, los derechos se extinguen y así el Derecho crea guardianes (personas, reglas, edificios, archivos) que detienen las conexiones de los tiempos y las posibilidades de futuro, que nos dicen qué tipo de futuros son imaginables en el presente y qué tipo de pasados podemos releer para abrir o no los tiempos.

La discusión sobre las reparaciones sobre la esclavitud es fascinante, porque desafía la perspectiva clásica: los efectos de la esclavitud no han cesado, siguen sufriéndose y, por ello, pareciera una especie de delito continuado: por ejemplo, el año pasado, un informe de la Universidad de West Indies y de la American Society of International Law apuntó a que las reparaciones por la esclavitud son plausibles en razón a que los países europeos pudieron alcanzar su riqueza gracias a la explotación del trabajo esclavo que fue desde África hacia las colonias. Quienes se oponen a reparaciones monetarias se preguntan, entre otras cosas, sobre el título jurídico para que se exijan estas reparaciones.

El reclamo sobre la ausencia de título jurídico de dichas reparaciones pareciera mostrar la exoticidad del modo de pensar para los abogados cuando vemos su conexión temporal clásica desde afuera, desde otras disciplinas. Confieso que yo mismo escribo estas líneas con muchas dudas y, a la vez, sorprendido de las conexiones temporales que se hacen desde la disciplina de la historia misma y de la literatura, donde no tienen problema en preguntarse cómo abrir el futuro a través de otras conexiones sobre el tiempo distintas a las del Derecho.

Empiezo por la historia de la esclavitud. En uno de los libros más impactantes que he leído en los últimos años, Lose your mother, Saidiya Hartman (2006), quien sostiene que “el fantasma de la esclavitud aún hechiza nuestro presente (...) aún estamos buscando una salida de esa prisión”. La experiencia de la pobreza en barrios negros en EE UU, la violencia policial, las ruinas que ella misma ve en un viaje a Ghana son testimonios de que el espectro de la esclavitud sigue hechizándonos y nos demanda que hagamos algo al respecto. La esclavitud no ha terminado, porque uno de los futuros que fue posible imaginar en ese pasado, donde blancos y negros fueron separados, donde la segregación fue posible y la pobreza fue más fácil para los segundos que para los primeros, sigue ocurriendo. ¿Qué otro futuro podemos demandar de ese pasado? O, mejor, ¿cómo enmendar ese pasado para qué podamos imaginar un futuro diferente? Las reparaciones históricas no son tan extrañas vistas desde ahí.

Ahora, rápidamente, a la literatura. En su novela The brief and wondrous life of Oscar Wao de Junot Díaz (2007), el narrador nos cuenta muchas historias, entre ellas, la de la diáspora dominicana hacia EE UU y la formación de una trágica y terrorífica masculinidad alrededor de la figura del icónico Rafael Trujillo. Desde las primeras páginas, el narrador dice que hay una maldición que vino desde África y que convirtió a las Antillas en un lugar de pesadilla, un lugar donde las familias están malditas y no logran salir de un ciclo de violencia. Cuando el autor describe aterradoras violencias contra los protagonistas de la novela, incluyendo golpizas y violaciones que ocurren en el presente y a finales del siglo XX, los cuerpos son abandonados en plantaciones de caña de azúcar. Azúcar, plantaciones. Una mercancía y una estructura productiva que fueron posibles gracias a la esclavitud. La violencia del presente, la que se repite, la diáspora que obliga a huir de la violencia es el futuro posible que emergió con la llegada violenta de los africanos a la plantación.

No solo el Derecho regula los tiempos. El Derecho es una más de las disciplinas que ofrece una visión sobre el tiempo y, al menos, debemos reconocer que el lenguaje y las figuras jurídicas son una posibilidad entre varias para escribir el pasado, abrir el futuro y vivir el presente. La idea de las reparaciones sobre la esclavitud es un debate fascinante, porque pareciera que nuestros conocimientos más esenciales fallan, quizás los que nos hicieron repetir de memoria en la universidad para aprender y reproducir. Y quizás no hay nada más alentador que ver cómo nuestras coordenadas para entender el mundo se pueden desmoronar. Es el punto de partida hacia un nuevo futuro.   

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