Curiosidades y…
El ‘Bobo sapiens’ (II)
Antonio Vélez M.
Los humanos hemos inventado el mundo inmenso y maravilloso de las ciencias: las matemáticas, la física, la astronomía, la biología, las ingenierías, la medicina, la arquitectura (castillos, palacios, abadías, catedrales e iglesias, la Basílica de San Pedro, el Vaticano, el Taj Mahal…), todo esto dentro de un lujo ostentoso, para mayor gloria terrenal de los ricos y poderosos, y para envidia de los pobres: coronas reales, anillos, sillas majestuosas, tronos, títulos honoríficos, reverendos y pontífices, oro y oropel, sombreros y capas, y, en general, lujo lujurioso. Pero también creamos el arte, la música, las ciencias, la literatura, el cine, el teatro, la ópera y tantas otras cosas que nos enorgullecen. Por el lado negativo inventamos la ufología, la parasicología y el sicoanálisis, la lobotomía, la frenología, la homeopatía, el flogisto, la imposición de manos, la magnetoterapia y otras seudomedicinas y sus mil facetas, amén de un número bien grande de religiones, algunas con animales sagrados convertidos en dioses: vacas, toros, perros, ratas, langures, ballenas, serpientes, cocodrilos... Un verdadero zoológico celestial de lujo.
Por otro lado, inventamos el Cielo, para que los justos gocen de una deliciosa y eterna ociosidad. Puntos positivos y negativos, a la vez. Y algo intermedio, el Limbo, para albergar aquellos niños inocentes muertos sin bautizar (hoy está cerrado por disposición de las autoridades terrenales correspondientes). También inventamos el Purgatorio, como camino obligado para purificar aquellas almas con algunas asperezas debidas a sus pecados veniales, no mortales. El Purgatorio no es un espacio físico, aseguran las autoridades religiosas, sino más bien un estado transitorio del alma en su camino hacia el Cielo, un estado de purificación y de expiación del alma para así poder acceder a la visión beatífica de Dios. Recordemos que las indulgencias ganadas en esta vida pueden acortar el paso por el clima templado del Purgatorio. Pero lo más caliente es el Infierno, un lugar situado no sabemos dónde, rebosante de llamas ardientes para quemar por una eternidad las almas de aquellos pecadores que no quisieron o no pudieron morir en la paz del Señor (almas no combustibles, por no ser materiales, nos enseñan, pero que sufren con las altas temperaturas, algo que no entendemos bien, pero… doctores sabios tiene la Santa Madre Iglesia…).
Somos autores, muy creativos, de variedad de demonios, encabezados por Satanás, el peor engendro de nuestra cultura, acompañado por diablillos, brujas y espantos variados. Las brujas son un invento machista, que a veces se utiliza en tono ofensivo o para asustar a los niños: son únicamente de sexo femenino (hay brujos también, pero es un asunto distinto, y no es ofensivo). El pintor Alberto Durero definió la forma como las concebimos: viejas narigudas, muy feas, que portan un sombrero puntiagudo, fácil de reconocer, y de reconocerlas. Salen del aquelarre, su vivienda, y vuelan ágilmente en escobas sin motor y sin ruido ni consumo de combustible, aprovechando la invisibilidad producida por la oscuridad y el silencio majestuoso de la noche. Las brujas poseen poderes maléficos y no requieren brújula, lo aseguró Juan XXII, quien expidió una Bula Papal que desató una persecución despiadada contra ellas.
Algunas tonterías han permanecido por un tiempo muy largo. Durante varias décadas, el sicoanálisis de Freud conquistó adeptos y se intentó volverlo una terapia eficiente para algunas enfermedades síquicas. Al fin, se fue muriendo de muerte natural, lentamente, hasta quedar solo su cadáver: su registro histórico, con los mismos locos y chiflados de siempre. Y para entretener al pueblo se han inventado los ovnis u objetos voladores no identificados (o mal identificados, ovmis), supuestamente visitantes de otros mundos.
Durante muchos años, el “bobo sapiens” creyó en los fenómenos paranormales, o parasicología, como si fuesen una realidad y no un conjunto complicado de trucos y engaños, y muy humanos, por cierto, admirables hasta el punto de convertirlos en verdaderos prodigios. La magia hecha realidad, y explotada con ingenio por magos e ilusionistas para divertir al pueblo. Otros la han confundido con una ciencia real, muy distinta de una colección de trucos ingeniosos.
En síntesis, los del más acá somos creadores de un más allá, con cielos e infiernos infinitos para después de esta vida finita… Definitivamente, no tiene límite el número de imbecilidades inventadas por el ‘Bobo sapiens’.
Nota del editor: La primera parte de este artículo apareció en julio del 2019.
Opina, Comenta