21 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 4 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Doxa y Logos

‘Casablanca’ y rehacer los recuerdos

200971

Jorge González Jácome

Profesor asociado de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes

Si usted no ha visto Casablanca, una de las mejores películas de la historia de Hollywood dirigida por Michael Curtiz (1942) y protagonizada por Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, quizás quiera leer esta columna después de hacerlo. Está disponible en algunas plataformas como Max y Prime Video. Recomiendo hacerlo porque esta columna arranca por el final de esta película, en una escena que ocurre en un aeropuerto en medio de la neblina, donde Rick, un estadounidense propietario de un bar en Casablanca (Marruecos), tiene que decidir si utiliza unos documentos migratorios para huir hacia Lisboa y luego a América con el amor de su vida, Ilsa.

El problema es que Ilsa y Rick fueron amantes en París justo antes de la ocupación nazi, cuando ella creía que su esposo, Laszlo, un líder de la resistencia, había sido asesinado en un campo de concentración. Ilsa descubre que esto no era cierto y, antes de que los nazis lleguen a París, Ilsa le incumple una cita a Rick para huir juntos, pues decide ir en busca de Laszlo, pero Rick nunca se entera de este motivo. Rick abandona París en compañía de Sam, un pianista y fiel escudero, y termina en Casablanca montando un bar, en una ciudad que es una zona de tránsito de la Francia no ocupada, donde el tráfico de documentos migratorios y la corrupción es rampante. Un año después, Ilsa llega de nuevo a la vida de Rick, solo que ahora en compañía de Laszlo, buscando comprar los documentos migratorios que le permitan su huida de los nazis de quienes escapó. Ilsa se encuentra a un Rick amargado, lleno de resentimiento, quizás un cínico despechado.

Ilsa ama a Rick y Rick a Ilsa: tienen el recuerdo de su idilio en París. Ilsa ama a Laszlo, un idealista que se empeña en luchar contra los nazis y cuya vida parece valiosa en este proyecto político. Laszlo ama a Ilsa. Rick parece ser un cínico que no cree sino en su bienestar, en nada más, pero también parece tener un pasado poco claro en donde defendió causas rebeldes y antiautoritarias. Si volvemos a la escena del aeropuerto en medio de la neblina (y qué bello símbolo es esa niebla que no nos deja ver lo que está más adelante con claridad), nos enfrentamos al dilema de Rick: ¿debe usar estos documentos para realizar su amor con Ilsa que se interrumpió en París? ¿O debería darle los documentos a Laszlo para que él se vaya con Ilsa, que también lo ama, y así el proyecto de la resistencia antinazi tenga futuro? Esta pregunta resuena con el existencialismo: en un mundo que ha perdido la fe en criterios objetivos y universales sobre lo correcto o lo incorrecto, estoy condenado a la libertad y no puedo saber que hay decisiones objetivamente correctas. La libertad es una condena y la fuente de una vida plena, porque en cada situación tengo que decidir y a partir de cada una de esas decisiones construir la noción de humanidad. Como la existencia precede a la esencia, no hay naturaleza objetiva humana que me obligue a tomar una decisión u otra. Soy libre.

La forma como Rick resuelve el dilema es fascinante y plantea una perspectiva sobre el Derecho. Rick decide finalmente darle los documentos a Ilsa y Laszlo, a pesar de condenar así su posibilidad de hacer su vida con Ilsa. ¿Por qué lo hace? Esto es una conversación larga y creo que de eso se trata la película. Pero me aventuro a pensar que una de las razones tiene que ver con el hecho de que Rick haya conocido la verdad de por qué Ilsa lo abandonó en París. Esa verdad la conoció gracias a su reencuentro en Casablanca. Y por eso cuando Ilsa se sorprende de que Rick decida darle los documentos de viaje, Rick le dice, en una de las frases más famosas del cine: “siempre tendremos París”. Pero debemos prestar atención a por qué tienen París: lo tienen porque gracias a conocer la verdad, es decir que Ilsa se enteró de que su esposo no estaba muerto, Rick dejó de pensar en París y en Ilsa con rabia y logró resignificar París como uno de sus momentos vitales más bellos.

En esa reivindicación del pasado podemos imaginarnos una aproximación al estudio del Derecho que quizás dista de las discusiones teóricas clásicas. El Derecho puede ser un intento por aclarar el pasado para permitirles a las personas liberarse de sus presiones pasadas. Es allí donde podemos ver que, por ejemplo, las audiencias de reconocimiento que lidera la Jurisdicción Especial para la Paz permiten reflexionar sobre el papel del Derecho en la sociedad. Las víctimas quieren saber cómo y por qué ocurrieron los hechos que los afectaron o a sus seres queridos y los perpetradores deben hacerlo. Esto envuelve una resignificación del juicio. Es claro que buscamos la determinación de responsabilidad y las condenas como una imposición de justicia. Pero en un mundo complejo como el que habitamos, como el que habitan Rick, Ilsa y Laszlo, conocer la verdad nos permite liberarnos de los silencios del pasado y de su peso que no nos deja abrir el futuro. Solo así, quizás, podremos tomar nuestras decisiones en libertad y en nombre de la humanidad, como Rick lo hace. Una teoría existencial del Derecho quizás se preocupa menos por su corrección y más en cómo puede construir el escenario de libertad que se requiere para construir la humanidad.

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