La explotación animal: ¿nos tiene al borde de una nueva pandemia?
Ricardo Díaz Alarcón
Abogado de la Universidad de los Andes, especialista en Derecho Ambiental de la Universidad del Rosario y magíster en Derecho (LL. M.) de la Universidad de Harvard (EE UU)
Desde abril de este año, la comunidad científica sigue de cerca un brote del virus de influenza aviar que se está transmitiendo rápidamente entre vacas y otros animales silvestres. Según algunos investigadores, esta transmisión de la gripe aviar en mamíferos no tiene precedentes y potencialmente podría causar una nueva pandemia altamente letal para los seres humanos. Este nuevo brote debería alertarnos sobre la necesidad de transitar hacia un sistema alimentario en el que la explotación y el consumo de animales no sean la norma.
¿Una nueva pandemia?
Desde que se detectó el primer caso de gripe aviar en una vaca en EE UU hace cuatro meses, se han infectado más de 170 rebaños de producción de leche en 13 estados; el virus ha infectado a más de 14 trabajadores agrícolas; y se han encontrado rastros inofensivos del virus en el 20 % del suministro de leche de EE UU. Debido a este brote, Colombia restringió la importación de carne de vaca estadounidense a partir de abril.
Aunque aún no hay evidencia de transmisiones entre humanos, la transmisión en vacas es preocupante, porque significa que el virus está mutando para infectar mamíferos y podría seguirlo haciendo hasta volverse una amenaza global. En palabras de Scott Hensley, profesor de microbiología de la Universidad de Pennsylvania, “casi parece una pandemia que avanza a cámara lenta (...) ahora mismo, la amenaza es bastante baja, pero eso podría cambiar de un momento a otro”.
Como lo afirma un informe reciente de la Universidad de Harvard, según expertos, una pandemia causada por un virus de la influenza podría infectar al 30 % de la población mundial en pocos meses y podría producir 25 veces más muertes que la pandemia por covid-19. En palabras del informe, “estos escenarios apocalípticos están a solo unas pocas mutaciones de distancia, más cerca de lo que se imaginan muchos políticos y el público en general”.
La explotación animal es responsable
La cría y consumo de animales es una de las principales actividades que aumenta el riesgo de provocar pandemias: la ganadería impulsa la deforestación y el cambio en el uso del suelo, lo que reduce la biodiversidad y obliga a los animales silvestres a acercarse a zonas habitadas por seres humanos y animales usados para consumo. Todo esto eleva significativamente los riesgos de transmisión de enfermedades zoonóticas.
La demanda de productos de origen animal se ha triplicado en los últimos 50 años y se espera que siga creciendo. Para satisfacer esta demanda, los sistemas de producción se han intensificado, con consecuencias nefastas para la salud pública y los animales: los animales son confinados y explotados en condiciones que les causan sufrimiento extremo y esto, a su vez, reduce su capacidad de combatir infecciones. Para acelerar su crecimiento y evitar enfermedades, la industria administra antibióticos a animales sanos, lo que crea resistencia y reduce significativamente su efectividad.
Hoy, los animales usados para consumo humano representan el 94 % de la biomasa de mamíferos no-humanos. Para ponerlo en una imagen: si tomáramos únicamente a los cerdos que habitan el planeta y los alineáramos uno tras otro, rodearían la tierra 57 veces. Este altísimo nivel de explotación y consumo de animales no es ético ni sostenible y pone en serio riesgo nuestra existencia sobre la Tierra.
Hacia otro sistema alimentario
La industria de producción de animales se está enriqueciendo de forma desproporcionada a costa de los animales y el ambiente y está poniendo en riesgo la salud global. Un paso natural para corregir esto es ajustar las cargas y los beneficios de esta industria, de modo que el costo de los productos de origen animal incluya sus impactos al ambiente, la salud pública y los animales. Esto necesariamente implica regulaciones más estrictas sobre lo que esta industria puede hacer con los animales y cómo puede hacerlo.
Pero incluso estos cambios se quedarán cortos en el mediano y largo plazo si no imaginamos un nuevo sistema alimentario donde la explotación y el consumo de animales deje de ser la norma. Muchos organismos internacionales ya han recomendado este cambio. Para mencionar solo dos: en el 2020, el BID y la OIT publicaron un informe que destacó la necesidad de reemplazar los alimentos de origen animal por vegetales para lograr un futuro sin emisiones en América Latina, y en el 2023, la UNEP concluyó en otro informe que las carnes vegetales y cultivadas podrían reducir impactos ambientales, el riesgo de zoonosis y resistencia antimicrobiana, y disminuir las preocupaciones sobre bienestar animal.
Para bien o para mal, este cambio depende en gran medida de los consumidores. Poco cambiará si la demanda de productos de origen animal sigue creciendo. Como consumidores, tenemos el poder de optar por productos de origen vegetal y guiar la transición hacia un sistema alimentario más ético y sostenible, que proteja la vida de todos los habitantes de nuestro planeta, incluidos los animales de otras especies.
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