Keynes: ideas para la coyuntura actual
Jorge Armando Rodríguez Alarcón
Profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional de Colombia
Con la desaceleración experimentada en la actualidad por la economía colombiana, las ideas de John Maynard Keynes están llamadas a ocupar una vez más un lugar central en el debate sobre la conducción de la política económica. En su obra, él explicó cómo el colapso de la inversión privada en bienes de capital –fábricas, tecnologías de la información, equipos electrónicos, etc.– es de ordinario el factor crítico desencadenante de las recesiones y los aumentos del desempleo. Para el economista británico, el desempleo en gran medida existe porque, a los ojos de los empleadores, el aliciente para invertir –las expectativas de ganancias futuras– resulta demasiado débil, comparado con alternativas como la especulación financiera. En especial cuando se reclama que la política fiscal vigente es de corte keynesiano, puede ser útil explorar cómo el gobierno influye, en ese marco, sobre las decisiones de inversión.
De sus alusiones al tema, se evidencia que para Keynes la política económica incide, positiva o negativamente, sobre el “estado de confianza”, el “optimismo espontáneo” y, en últimas, los “espíritus animales” de los empresarios, los cuales los inducen a invertir en bienes de capital en lugar de especular o, por decirlo así, quedarse mirando los toros desde la barrera.
Keynes hace referencia, en particular, a “las expectativas sobre la política futura del banco central o del gobierno” en un contexto que las hace parte de la atmósfera social y política en la que se desenvuelven los negocios y, más específicamente, de las expectativas de ganancias. Dado que las decisiones de inversión se toman en condiciones de incertidumbre del futuro, es preferible que la política económica sea previsible, pero, más allá de eso, es deseable que sea “razonable, factible y orientada al interés público”.
La política económica fallaría en conseguir sus objetivos si se basa en ideas económicas equivocadas, como la creencia de que en periodos de recesión las finanzas del gobierno deben manejarse de la misma manera que las finanzas de una familia. Pero, para complicar las cosas, los empleadores, por temor fundado o infundado al gobierno o también por abrazar doctrinas económicas fantasiosas o erradas, pueden caer en episodios de nerviosismo, ensombreciendo las perspectivas de inversión.
A menudo se dan por sentadas las instituciones democráticas y la capacidad estatal que configuran un ambiente propicio para la inversión productiva, pero Keynes advierte que las sociedades pueden pagar caro el no caer en cuenta del carácter históricamente “inusual, inestable y complicado” de esos arreglos. Sin embargo, no hay que confundir la necesidad de crear y preservar un ambiente favorable a la inversión –ambiente que incluye la seguridad de las personas y de la propiedad– con el otorgamiento de privilegios a los más pudientes o con el hacerles caso a sus caprichos.
Algunos empresarios y economistas proponen, por ejemplo, eliminar la tributación sobre los ingresos de capital, aduciendo que esta castiga el ahorro y asfixia la inversión. Keynes creía, por el contrario, que la tributación progresiva había contribuido a remover “las grandes disparidades de riqueza e ingreso” y consideraba que el temor de que su fortalecimiento afectara la acumulación de capital carecía de asidero en la realidad. Sobre todo, durante las recesiones, las expectativas de ganancia no mejoran con el ahorro o frugalidad de los empresarios, sino con el gasto, tanto privado como público, en laboratorios, infraestructura y educación, entre otros muchos rubros.
La austeridad fiscal y, en general, las políticas económicas contractivas son para los tiempos de auge, no para cuando la inversión privada y la actividad económica se desploman, argumenta Keynes. Durante las recesiones, el gasto público y los déficits presupuestales se pueden graduar para combatir el desempleo. De eso se trata la política macroeconómica contracíclica; pero no hay que perder de vista que con las políticas fiscales expansivas –gracias a la demanda adicional que ellas generan– se busca también mejorar el aliciente para la inversión privada.
A la luz de las ideas de Keynes, algo que puede afirmarse acerca de la regla fiscal colombiana es que debe permitir la adopción de políticas fiscales contracíclicas. Esa regla puede tener un efecto positivo sobre las expectativas de los empleadores en la medida en que haga previsible y sostenible el manejo de la deuda pública, siempre y cuando esté diseñada con dicha consideración contracíclica en mente.
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